Vicente Córdova Franco, el iniciador de una nueva forma de locución en la radio

Foto: Izquierda, Vicente Córdova Franco en 1958. Derecha superior, a inicios de la década de los 70 con los locutores Pedro Lenin Hernández y Agustín Guevara Morillo. Derecha inferior, con su mamá, hermanos y sobrinos: Vicente, Edgar, Elena, Enriqueta Franco (mamá), Cecilia y sus sobrinos, hijos de Elena, quien también incursionó en la locución.

Es una de las voces más recordadas del país. Tiene seguidores en todo el Ecuador porque instauró un nuevo estilo en la locución. Laboró en las radios capitalinas: Metropolitana, Cordillera, Gran Colombia, Quito, Nacional, HCJB y Musical. En Guayaquil, en Suceso y Caravana. Fue un locutor profesional multifacético: animador, presentador, disc jockey, narrador deportivo y redactor de textos publicitarios. Fue un autodidacta, muy dedicado.

Vicente Córdova Franco fue admirador del locutor y periodista colombiano Joaquín Marino López, de la Voz de Cali, del Circuito Todelar, uno de los narradores deportivos más cotizados de Colombia. Asumió, en parte, su particular y exitoso estilo, pero con el tiempo posicionó el suyo. Otro de los talentos que tenía era la imitación de voces de personajes de la radiodifusión o conocidos de la política. “Disfrutaba imitar voces y tuvo notable aceptación”, comenta su hermano Walter.

Fue amigo de muchas personalidades de la radiodifusión nacional, como Carlos Rodríguez Coll, Edwin Salazar, Fabián Vizcaíno, Guillermo Jácome Jiménez, Edison Vargas Acosta, Edgar Villarruel Caviedes, Agustín Guevara Morillo, Alfonso Laso Bermeo (Pancho Moreno), Blasco Moscoso Cuesta, Fernando Fegan, Jorge Zaldumbide, entre otros. Todos ellos hicieron historia en la radiodifusión quiteña. “Con ellos integró equipos de trabajo muy exitosos. Fue muy sociable y colaborador”. Además, trabajó con Carlos Rodríguez Coll, “el hombre que televisaba el fútbol”, de cuyo programa el periodista Iván Granda Pinto fue el locutor comercial, por dos años.

Fernando Fegan fue uno de los grandes amigos de Vicente Córdova Franco. Su muerte le afectó mucho al locutor imbabureño, con quien trabajó en Radio Cordillera, donde también estaban Edison Terán, Guillermo Jácome Jiménez y René Torres.

Joaquín Marino López

Vicente Córdova Franco nació en Otavalo, en 1938. Cuando era niño, a la ciudad de Ibarra llegaba nítidamente la señal de la Radio La Voz de Cali de Colombia, del Circuito Todelar. “Había un locutor de primer orden que se llamaba Joaquín Marino López, una voz impactante y agradable”. Eso le cautivo y empezó a practicar la locución. Walter recuerda que en esa emisora había un espacio que se llamaba “Los Chaparrines”, donde participaban varios cómicos, muchos de ellos eran ecuatorianos. Señala que su hermano, al inicio, asumió un poco el estilo del locutor colombiano, pero luego le dio un toque personal e instauró un estilo de locución en el país, por ello hay locutores que siguieron su escuela.

Vicente se inició en la Radio Equinoccial de Ibarra de propiedad de Azael Terán, luego viajó a Quito, vivía con su hermano Walter, por la calle Caldas, en el centro de la ciudad. Con el paso de los meses se trasladaron también sus otros hermanos y su mamá, porque enviudó. Se cambiaron a la calle Joaquín Pinto, cercana a la radio Metropolitana, que estaba en la Avenida Amazonas y Carrión. Esta estación tenía gran sintonía. Los dos hermanos Córdova Franco, que laboraban en esta estación, iban a pie de la radio a la casa.

“El Sabio y el Erudito” estaban en Radio Metropolitana

 

En esta emisora Vicente hizo de todo: locución, deportes, noticias, disc joker. Era un extraordinario creativo, concebía y locutaba cuñas comerciales. Se caracterizaba por ser un gran locutor comercial, insiste su hermano. En esa época en esta estación capitalina trabajaban excelentes voces: Edwin Salazar y Galo Hernández Navas.

Vicente y Walter Córdova Franco hacían un programa cultural que tenía una gran sintonía “El Sabio y el Erudito”. La sintonía era masiva. Los libretos los realizaba Antonio Cevallos Salazar, hermano de Hernán, quien hizo la Voz de Evaristo, una campaña educomunicacional de gran éxito, que se desarrolló durante la alcaldía de Rodrigo Paz Delgado. Antonio era un libretista de primera, recuerda Iván Granda.

Al final del programa los dos hermanos preguntaban a su audiencia ¿Quién dijo la verdad el sabio o el erudito? o ¿dónde estuvo la falla? Los oyentes tenían que estar pendientes. Por ejemplo, al inicio del espacio señalaban: Aristóteles era un pintor y al concluir nuevamente preguntaban ¿Dónde está la falla? Las personas que seguían la señal llamaban y respondían. Aristóteles no era pintor, era un filósofo griego. Si la respuesta era la correcta, se ganaba un premio.  Iván Granda Pinto ganó como tres veces. Este fue uno de los programas más sintonizados y el mejor que tenía Radio Metropolitana, asegura el periodista y presentador de televisión.

Emisoras Gran Colombia y los chistes a don Eduardo Cevallos

 

Vicente luego prestó sus servicios profesionales en Emisoras Gran Colombia, de propiedad del señor Eduardo Cevallos Castañeda. Fue compañero de Edgar Villarruel Caviedes y Edwin Salazar, señala Walter. “Hubo una pléyade de locutores de primer orden que realizaban las presentaciones artísticas que eran muy amenas”.

El locutor imbabureño tenía una gran amistad con el propietario de la emisora, por ello le hacía chistes. Cevallos se reía y festejaba abiertamente las ocurrencias, porque lo hacía con mucha gracia y sin ofender. “Mi hermano tenía un gran sentido del humor. Era un hombre muy alegre y simpático”, repite Walter, quien destaca que el propietario de la estación quiteña era muy popular.  “En las transmisiones deportivas él siempre hablaba y como no tenía una voz microfónica, pero era muy ingenioso en su manera de ser. Eso daba pábulo para que algunas personas le saquen algunos chistes finos”.

Vicente el imitador de voces

Walter cuenta que su hermano Vicente les imitaba a muchos locutores. Una vez realizó una grabación remedándoles a Pancho Moreno y Blasco Moscoso Cuesta, quienes eran los referentes del relato y comentario deportivo en esos años. Fue tan bien hecha la imitación que les hizo escuchar a los dos periodistas de Radio Quito. Le abrazaron y le felicitaron, porque la grabación fue muy bien lograda.

Lo mismo ocurrió con un locutor de Radio Cosmopolita que “tenía una voz bien rara e ingeniosa” y le imitaba perfectamente. Esta emisora estaba situada en la avenida 24 de Mayo, en el Centro Histórico de Quito. Era una estación popular que tenía unos espacios, “algunos de ellos con cosas que resultaban cómicas para la gente y esa comicidad la explotaba mi hermano, contando chistes. Él imitaba con mucho éxito”.

Guillermo Jácome Jiménez y Radio Musical

Walter cuenta que su hermano laboró en Radio Musical de Quito, que pertenecía al Núcleo Radión. Ahí era el director el locutor baneño, Guillermo Jácome Jiménez.  En un inicio Vicente y Guillermo Jácome Jiménez eran un poco rivales, pero luego Guillermo vio que Vicente era correcto y tenía una buena voz, por ello lo invitó a ser parte del grupo selecto de locutores que tenía esta estación capitalina. “Todas las diferencias iniciales entre los dos desaparecieron”.

Vicente tenía un programa en la tarde. Esa emisora se caracterizaba por tener una sintonía muy alta. “Había otro locutor ibarreño que trabajó en Radio Musical, Pepe Rosenfeld, que también era una de las buenas voces que siguieron el estilo de mi hermano”.

Agustín Guevara Morillo y Suceso

El locutor riobambeño Agustín Guevara Morillo, quien en sus inicios recibió el apoyo de Vicente Córdova Franco, indica que el locutor imbabureño era una de las voces más lúcidas y destacadas de Radio Metropolitana, “La emisora del buen gusto y calidad”, en los 1245 kilogers, como lo mencionaban en aquella época.

Con Blanca Díaz, una de las locutoras con más credibilidad de esos años, hacían una programación espectacular. Los locutores de la estación eran Galo Hernández Navas, Edwin Salazar Escudero, Eduardo Romero, entre otros. Agustín lo pudo conocer en un curso de locución, que era pagado y que anunciaba la radio. “Yo tenía 16 años, quería ser locutor y tuve la suerte de poder participar con él y estar en estas tareas que resultaron algo imborrable, porque pude conocer a locutores brillantísimos, como Guido Orbe”. Le dieron la oportunidad de ingresar en Metropolitana a las transmisiones.

Antes de las vacaciones colegiales de 1967, Agustín viajó a Guayaquil, para saludarle al señor Vicente Córdova Franco, quien estaba laborando en Radio Suceso. Le recibió cordialmente al joven locutor. Esta visita al Puerto Principal de Agustín Guevara Morillo duró casi 55 años, porque se quedó definitivamente en esa ciudad. “A él le debo gran parte de la historia de mi vida”.

Radio Suceso era una prueba nueva o copia parecida de lo que se hacía en Radio Musical de Quito, por ello trataron de llevar locutores de la capital a Guayaquil. En esta emisora estuvo Luis Castellanos Jiménez que estuvo en Canal Tropical de Quito. Era una de las figuras, estuvo seis meses, había dejado el espacio y le tocó a Agustín cubrirlo.

Otro de los talentos de la emisora fue el locutor ambateño Pedro Lenin Hernández. La radio se había constituido con locutores de la Sierra. “Mi compadre Marco Vargas Acosta no se enseñó y regresó a Quito”. Estaban también Gustavo Wolke Varas, Manolo Castro, el “Chino” Vicente Sánchez y Lucho Chávez.

Esta emisora duró hasta que, en 1972, cuando la radio cambio de nombre y de propietarios, se empezó a llamar Frecuencia Mil, “La Romántica de Guayaquil”.

La voz de Vicente en Radio Wado de Nueva York

A mediados de los 70, Vicente viajó a los Estados Unidos en busca de oportunidades. Al inicio le tocó hacer el trabajo de todos los migrantes que llegan al país del norte, pero su sueño era ser locutor de la Radio Wado, de Nueva York. Habló con el gerente, quien en primera instancia no le prestó atención, a pesar de que él (Vicente) le explicaba que es un locutor ecuatoriano de gran prestigio y solo pedía que le den la oportunidad. La respuesta durante un año fue que espere.

Pasaron varios meses, pero él insistía, estaba seguro de su voz y el talento que tenía para hacer radio. Hasta que un día el gerente le hizo pasar al estudio de grabación. A Vicente pidió leer las noticias del día, a los pocos minutos todo el edificio donde funcionaba la radio estaba en el estudio de grabación, porque querían conocer a la persona que tenía esa voz innovadora. Desde ese momento fue uno de los locutores más respetados, incluso llegó a ser director de programas de la radio estadounidense. Estuvo muchos años en la estación que era gerenciada por ciudadanos cubanos, cuenta Iván Granda.

Las cuñas para el Ministerio de Agricultura y Finalin

Vicente se caracterizaba por hacer diversidad de voces, entre ellas la comercial. Cuando Iván Granda Pinto era jefe de Relaciones Públicas del Ministerio de Agricultura, necesitaba hacer unas cuñas para la Dirección Forestal y le contrató a Vicente para que cree, produzca y locute las cuñas, que fueron grabadas en HCJB. Vicente y su hermana Elena hicieron la locución. Fueron cinco cuñas y salieron perfectas.

Walter indica que a su hermana le educó Vicente, quien era perfeccionista. Apenas había una inflexión de voz paraba inmediatamente y repetían hasta que los resultados sean positivos. “Elena fue un apoyo incondicional como voz femenina para mi hermano”.

Vicente era la voz oficial de Finalin, que en esa época pautaba en la mayoría de los medios de comunicación. Muchos radiodifusores y oyentes de la época recuerdan el trabajo que hizo el locutor otavaleño. El radiodifusor imbabureño, Silvio Morán Madera; y el locutor riobambeño Agustín Guevara Morillo, dicen que en algún archivo debe tener las cuñas de Finalín que fueron grabadas por Vicente Córdova Franco.

En esa época las cuñas llegaban a la radio en un disco de 45 revoluciones. Vicente con algún otro creativo diseñaron unas cuñas que eran muy difíciles hasta de pronunciar, porque hablaba como si un marciano llegaba a la tierra. Llegaba mareado y pedía Finalín. Era un idioma espacial y lo hablaba de una manera natural. Era bueno para el radioteatro, comerciales y narraciones deportivas.

Agustín Guevara Morillo destaca que Vicente era múltiple en su calidad de producción publicitaria y radial. Estas cuñas de Finalin, fueron las primeras que se hicieron en los años 50, 60 y 70 de un analgésico que hasta ahora está vigente, era de propiedad de los señores García. “Vicente las grababa con una calidad espectacular”.

Su sueño, tener su propia emisora

Walter cuenta que Vicente narraba fútbol, box, carreras automovilísticas. “Mi hermano era muy completo como locutor”. Siempre quiso tener una emisora propia, donde él pueda crear la programación y administrarla directamente.

Regresó al Ecuador, luego de haber permanecido en Radio Wado y se incorporó otra vez a Emisoras Gran Colombia, cuyo propietario, Eduardo Cevallos Castañeda, coloquialmente conocido como el “Mocho Cevallos”, que también tenía las radios Democracia, El Tiempo y Estereo. Vicente estaba muy interesado en comprar la radio FM.

“No llegó a concretar el sueño de ser propietario de su propia estación. Esto fue truncado por su fallecimiento prematuro en un accidente de avioneta, cuando relataba un evento deportivo, a través de Emisoras Gran Colombia”. Ocurrió en marzo de 1980.

Un accidente de avioneta entre Ibarra y Quito

Era inicios de la década de los 80, Radio Gran Colombia transmitía la Vuelta Ciclística al Ecuador y su propietario arrendó una avioneta, que estaba en el hangar del desaparecido aeropuerto Atahualpa, de Ibarra, para narrar desde el aire la etapa Ibarra-Quito. Habían viajado desde Tulcán a la Ciudad Blanca. El equipo deportivo estaba integrado por Manuel Pavón del Pozo y Vicente Córdova Franco.

La noche anterior, cuando planificaban la transmisión, los dos locutores de la emisora capitalina le dijeron a Silvio Morán, propietario del Centro Radiofónico de Imbabura (CRI), “bueno nos vamos nomás, mañana tomamos la avioneta y nos dirigimos a la cobertura”. El radiodifusor imbabureño les preguntó ¿quién narra la largada, desde la avenida Mariano Acosta?

Silvio no tenía narrador deportivo, por ello pidió que se quede del vuelo Manuel Pavón del Pozo. Se subió en la avioneta Vicente Córdova Franco y, minutos después, ocurrió una tragedia porque la nave se estrelló. Manuel Pavón del Pozo le decía a Silvio: “usted me salvó la vida, no me dejó ir en la avioneta”, lamentando lo que le sucedió a Vicente.

Mientras tanto, en Quito, ese día Iván Granda Pinto estaba trabajando en canal 2 Telenacional, lo que hoy es Gamavisión, como reportero y presentador de noticias. Conducía con Diego Oquendo y Martha de Cruz. A las 14:00 a la capital llegó la noticia que una avioneta se estrelló y que murieron los tres ocupantes: Vicente Córdova Franco, un camarógrafo de canal 4 de apellido Vimos y el piloto. Hubo luto en los medios, especialmente en Teleamazonas y Emisoras Gran Colombia.

Una escuela en la locución

Walter destaca que su hermano fue un gran artífice de la radiodifusión ecuatoriana. “Era un enamorado de la radio. Animaba en las fiestas de Quito, porque le gustaba el micrófono”. Su mamá siempre apoyo la pasión por la radio de Vicente, porque era un profesional respetado y valorado. “Mi hermano aportaba económicamente para la familia. Era muy generoso”.

Vicente Córdova Franco implantó un nuevo estilo de locución. Instauro una nueva forma de hablar y hacer las cosas en la radio. “Fue una gran persona con todos, lo que le permitía estructurar equipos de trabajo exitosos. Era una persona cotizada y es de grata recordación no solo para la familia, sino para los compañeros de su época”, destaca Walter.

Se casó y tuvo dos hijos: Fabián y Walter. A uno de sus hijos le puso el nombre de su hermano a quien le “llamaba el gran ausente”, porque viajó a Chile para seguir su carrera de ingeniero.

Sin lugar a duda, Vicente Córdova Franco es el iniciador de una escuela en la locución y el trabajo radial del Ecuador.

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Iliana Cervantes Lima

Voces de la Radio

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