Foto: Izquierda, Fausto Almeida Cárdenas en 1960. Derecha superior, en 1973 en el programa que emitía Ondas Carchenses “La Hora Infantil. Derecha inferior, en 1970 con los actores y presentadores de INRAVISIÓN de Colombia, entre ellos el conocido periodista, animador y presentador hispano-colombiano, Fernando González Pacheco (de bigote con el micrófono).
Fue profeta en su tierra. Don Fausto Almeida Cárdenas creó su propio estilo de locución e inició una escuela en la provincia del Carchi. A Ondas Carchenses ingresó primero como locutor, en 1955, cuando sus propietarios eran Horacio Herrera y Jesús Osejo. Salió de la emisora porque aceptó un trabajo en el sector público, pero el tiempo pasó y su amor por la radio pudo más, por ello en 1962 decidió comprar “La Voz de la Simpatía Popular”. En esta estación permanecería por cerca de 60 años.
En Tulcán y el sur del Departamento de Nariño (Colombia) extrañan el golpecito, a las 05:00, en la mesa pidiendo que ya se despierten. Así como el tema Desiderata, el poema servía para motivar a la población carchense de que la vida va mucho más allá que nuestro entorno, sino que es esencia pura.
Fue periodista profesional, por Decreto Supremo que se emitió en 1975, eso le permitió ingresar a la Secretaría Nacional de Información Pública (Sendip). Fue amigo de Edgar Yánez Villalobos, José María Rodríguez Santander, Eduardo Cevallos Castañeda, Gerardo Brborich, Azael Terán Reyes, Silvio Morán Madera, Edgar Villarruel Caviedes, Lito Pavón del Pozo, Ricardo Ruiz, Gustavo Jaramillo, Vicente Arroba Dito y Jacinto Landázuri Soto, “El Relator Copa Mundo” quien cuando narraba en el mundial de México 1986 le enviaba saludos a Fausto Almeida Cárdenas y a los oyentes de Ondas Carchenses… En las transmisiones deportivas le acompañaban: Edmundo Lucky Caicedo y Hugo Zambrano.
Tenía una forma de emitir las noticias que, por más desagradables que fueran, en su voz no parecían tan negativas. Nunca se desapegaba de su emisora, cuando tenía que viajar dejaba todo listo, para que no haya ningún inconveniente. Para Fausto, la radio y su familia fueron siempre su prioridad.
Le gustaba la reportería, las coberturas periodísticas y estar actualizado con la tecnología. Inició con las grabadoras de maletín de carreto, luego del casete grande, llegaron las de casete pequeño hasta las digitales. Se desenvolvía con mucha naturalidad, jamás tuvo problemas en adaptarse a la tecnología. Una de sus características era transmitir o grabar todo lo que acontecía en Tulcán y la provincia.
Tenía la habilidad de hacer amistad con todos. Cuando llegaban a Tulcán autoridades, ministros e incluso presidentes, poseía una forma sutil de invitarles a comer al mercado. Decía “aquí, en Tulcán, no hay donde llevarlos”, pero los visitantes querían saborear el hornado de esa tierra. Él sentía el afecto de la gente.
La Radio
Don Fausto Almeida, como le conocían todos sus coterráneos y en el mundo de la radiodifusión ecuatoriana, se graduó en el Vicente Fierro, de Tulcán. Es un colegio donde se enseñaba las artes y oficios. Su hijo, Vicente, quien es arquitecto de profesión, pero radiodifusor de corazón, cuenta que en esa época la mayoría de la población del cantón no tenía recursos económicos. Por ello, su abuelo Aurelio Almeida le puso en este establecimiento para que se perfeccione en la carpintería. En quinto año su profesor Marco Aurelio Venegas Bustos, lo escuchó y le invitó a realizar con él “El Noticiero Antena” que lo conducía en Ondas Carchenses. Este medio fue creado a inicios de la década de los cincuenta.
Fausto, con apenas 17 años, inició en este mundo de la comunicación. Luego de un tiempo renunció, porque tuvo una propuesta en el sector público y se quedó en su lugar el locutor Ricardo Ruiz Mena, quien luego se trasladó a Ibarra y laboró en CRI, Continente y Municipal La Voz de Imbabura.
A inicios de la década de 1960 compró la radio, con sus ahorros, pero también hubo personas que le ayudaron, entre ellos el sacerdote Alfonso Mejía, quien le prestó el local y un tío de su esposa, que era un sacerdote Oblato, Braulio de Jesús Hurtado, quien luego de unos años creó en Quito la radio HCM1.
En ese momento obtuvo la mitad de las acciones de Radio Ondas Carchenses, luego adquirió la totalidad de ese medio de comunicación. En ese tiempo la estación era en onda corta, luego pasó a onda larga y la concesión ya salió a nombre de Fausto Almeida Cárdenas. Eso fue en 1962. Desde ahí inició la actividad directa de Fausto en el norte del país y el sur de Nariño.
Ricardo Ruiz Mena fue el remplazo de Don Fausto
Era 1959, a los 18 años, Ricardo Ruiz Mena se integró al equipo de Ondas Carchenses, como locutor. Llegaba como remplazo de Fausto Almeida Cárdenas, quien ya tenía experiencia en la radio.
Cuando salió de Tulcán, a inicios de la década de los 60, pasó a trabajar en el Centro Radiofónico de Imbabura (CRI), en ese tiempo los representantes de la Asociación Ecuatoriana de Radio y Televisión (AERTV) se reunieron en Ibarra y, como reportero, Ricardo cubrió ese hecho informativo.
De pronto, le observó a Fausto como representante de AER del Carchi. En ese momento, con su genio característico, Fausto le contaba que regresó a Ondas Carchenses, pero no como empleado, sino como dueño de la radio. Logró reunir los fondos necesarios y compró la emisora.
Vistió el traje de luces como Faustinillo
Fausto tenía muchos talentos y los ponía en práctica. En sus años juveniles vistió traje de luces. Era la época de grandes toreros, como Luis Miguel Dominguín. En la madrugada, con sus amigos Gustavo Jaramillo y Jorge Vaca, viajaban por las haciendas con las muletas para torear.
Cuando ya incursionó en las corridas de toros, su nombre en la arena era Faustinillo. En esa época había un sacerdote que hacía labor social, el padre Carlos de La Vega, quien organizaba las corridas de toros, para recaudar fondos para construir viviendas. Fausto siempre colaboraba porque le gustaba participar en eventos de solidaridad.
Recorrió las plazas de toros de la provincia del Carchi. También se presentó en Nariño-Colombia. Se defendía muy bien y tenía mucha elegancia. En las corridas populares, era quien más colchas y ovación de la gente se llevaba.
En la década de los 60 había el famoso Cantinflas Ecuatoriano, con quien alterno en la faena de la tauromaquia. Fausto les indicaba a sus hijos cuáles son las banderillas, los tercios, la hora de coger la muleta, el capote, luego los momentos que había que lidiar con el toro hasta su muerte.
Siempre le gustó la tauromaquia. Cuando ya estaba semiretirado de la radio veía las corridas de las plazas de México, a través de las cadenas internacionales. Las comentaba lúcidamente, parecía que en sus últimos años había recobrado el conocimiento de todo lo que aprendió en su juventud. Daba a conocer los nombres y cuáles eran las habilidades y los errores de los toreros.
Lo que diga Don Fausto
Ondas carchenses se convirtió en la voz de Tulcán y la provincia. Los padres de familia querían saber si había o no clases, los profesores les decían que se informen a través de Ondas Carchenses, que estén pendientes de la emisora. “Lo que diga Don Fausto”. Todas las mañanas las personas pendientes de lo que hablaba el reconocido periodista.
Gozó de un 100 por ciento de credibilidad en la ciudad y la provincia. Todo se informaba a través de Ondas Carchenses: si se iba el agua, la luz, las obras de alcantarillado y obras públicas… Todo se difundía a través de los 1255 kcs.
La silla de Ondas Carchenses
Fausto Almeida Cárdenas presentaba a los cantantes y artistas más destacados de las décadas de los 60, 70, 80, 90, 2000… como Julio Jaramillo, Ernesto Albán, Gustavo Velásquez, Los hermanos Miño Naranjo, Los Panchos… En Ondas Carchenses había una silla de madera junto al control de sonido. Lo primero que hacían los artistas nacionales y extranjeros era sentarse porque llegaban cansados. Tulcán es una ciudad frontera y los intérpretes que pasaban de Colombia a Ecuador y viceversa siempre ingresaban por la emisora y se sentaban en esa silla, que es parte de la historia de la estación.
Gustavo Velásquez, cuando estaba con la orquesta Los Hispanos, en Colombia, pasaba por Ondas Carchenses; igual Ernesto Albán, con su grupo de teatro, Los Hermanos Miño Naranjo interpretando su amplio repertorio musical. Inclusive, Los Panchos brindaban entrevistas y presentaciones, cuando había los vuelos al aeropuerto teniente coronel Luis A. Mantilla de Tulcán.
El golpecito en el escritorio a las 05:00
Don Fausto iniciaba sus tareas en la radio a las 04:00. A las 05:00 ya daba unos golpecitos en la mesa para que los estudiantes, gente de oficina y del campo se despierten. “Favor muy buenos días, despertar ya está el café con pancito, con el pambazo o de maíz”. El locutor carchense se sabía los nombres y apellidos de las personas del cantón y personificaba el pedido. “Doña Blanquita, Doña Rosita despierte a su hijita hay que ir a clases. El Colegio Tulcán y el Bolívar ingresan a las 07:00”.
Tenía una campanita. Muchas veces ponía el sonido de trompeta para que se despierten. “Los desayunos de la gente tulcaneña eran compartidos con la voz de mi papá”. Era un buen conversador. Tenía muchas anécdotas. A la gente lo que le llamaba la atención era que le llame por el nombre y apellido, a través de la emisora.
Fausto intuía lo que estaban haciendo los oyentes en sus casas. “Se imaginaba la cocina de la señora, la actividad del esposo, de los hijos… Si era chofer o artesano, iba interpretando lo que pasaba en ese momento”.
Desiderata de Jorge Lavat
Fue una persona que tenía mucha esencia y amaba la vida, siempre la miraba con optimismo. Desiderata, un tema escrito en 1927, por el poeta estadounidense de origen alemán, Max Ehrmann, que fue publicado después del fallecimiento de su autor, en 1948, e interpretado por el primer actor mexicano Jorge Lavat, se convirtió en parte de Ondas Carchenses, porque lo ponía para motivar a la gente: “Camina plácido entre el ruido y la prisa y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio… Aún con todas sus farsas, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso. Sé cauto, esfuérzate por ser feliz…”.
El periodista Milton Froilán Jiménez, oyente de esta estación, desde mediados de la década de los 80, cuando tenía unos cuatro o cinco años. Recuerda que la canción Desiderata era el despertador de los tulcaneños y carchenses. “A las 06:00, en la radio sonaba el poema y todos se ponían de pie, se levantaban y empezaban a alistar sus cosas para el trabajo, para la escuela. Se hizo una especie de himno”.
La libreta, los saludos a las santas y santos
Tenía una libreta, donde escribía los saludos en las fechas de onomásticos. La radio no paraba, porque las 24 horas enviaba los mensajes. En la década de los 60 y 70 era el único medio de comunicación en la ciudad de Tulcán.
La gente bailaba al son de la radio con los mensajes musicales, disfrutaba los saludos que no eran solamente para las personas de Tulcán, sino para las provincias del Carchi e Imbabura y el departamento de Nariño: Ipiales, Las Lajas, Cumbal, Chiles, Carlosama…
Santa Rosa, San Ramón, San Antonio, Santa María, San José… Esas fechas eran inolvidables y de mucho movimiento, no solo para la emisora, sino para la ciudad.
Compartió el micrófono con Magakán, el ilusionista
En 1963, llegó a Tulcán un ilusionista ambateño, que usaba un turbante como parte de su atuendo y se hacía llamar Magakán. Decía que había llegado desde la India con sus conocimientos de hipnotismo y lo hacía por radio. El programa iniciaba a las 19:00 y concluía a las 23:00. Fausto le acompañaba y le presentaba. El ilusionista tenía una voz muy especial que generaba un poco de miedo. Iniciaba el ritual e incitaba que todos los oyentes que debían mirar el foco luego debían ponerse las manos tras de la cabeza, contar hasta 10 y regresivamente lo mismo. Cuando ya llegaba al 1 o el 0 la gente ya estaba dormida, asegura Vicente.
“Qué novedad más grande en la zona, pues en ese tiempo en Tulcán todavía no había televisión. En las casas se organizaba la gente en las salas, en los dormitorios, para escuchar a Magakán y dejarse hipnotizar”. Magakán participó en un evento en el antiguo Colegio Bolívar, que estaba ubicado, en el Parque Principal, donde hipnotizó a los deportistas haciéndoles jugar con otro equipo sin que ellos se dieran cuenta.
El programa duró unos seis meses, Fausto también aprendió a hipnotizar con los consejos de Magakán. Muchas personas no se despertaban después de que los hacía bailar, cantar, reír… En un vehículo, del año 1957, se movilizaban Fausto y el hipnotizador para despertar a las personas que no podían hacerlo. Hubo gente que se había dormido en el lado de Nariño en Colombia. Magakán pedía que les dejen dormir para que se despierten de manera natural.
Los médicos de la ciudad les pidieron no seguir con ese espacio y Magakán se fue a Colombia, donde estuvo en varias emisoras de ese país, pero de vez en cuando regresaba para continuar con este programa, porque decía que en esta ciudad puso a prueba sus poderes. Vicente comenta que el hipnotizador se iba y regresaba hasta que falleció en la ciudad fronteriza, en el hostal Oasis en 1974, sin que nadie conozca su verdadera identidad.
En 2016 se realizó un libro y una obra de radioteatro, que fue publicada en 2019 en la página de facebook “Carchi Frailejón”, donde se puede escuchar 41 minutos de la trayectoria de hipnotizador, narrada por Sonia María Bustos. Esta iniciativa pertenece a Norberto Fuertes, guionista de radioteatro y fue tomado del libro Magakán, del escritor Armando Cerón Villamagua.
Este personaje hasta ahora da mucho que hablar en la ciudad. En el podcast cuenta que Magakán “logró comprender el milagro de la teletransportación, porque no solo llegó a varias ciudades del Ecuador y el mundo, sino que debe circundar otras galaxias del maravilloso universo…”
El ciclismo
La provincia del Carchi se ha caracterizado por tener un deporte bandera: el ciclismo. Para las transmisiones hacían cadena con Emisoras Gran Colombia de Quito y CRI de Ibarra. Ondas Carchenses emitía las competencias ciclísticas, Fausto era muy amigo de los hermanos Pozo Gonzales, Hipólito y Jaime, íconos de este deporte en la provincia.
Cuando llegó la vuelta ciclística al Ecuador hizo una alianza con Emisoras Gran Colombia de Quito, de propiedad de Eduardo Cevallos Castañeda. Compartió micrófono con las voces potentes de la estación: Edgar Villarruel Caviedes, Manuel Pavón del Pozo y Hugo Zambrano.
En ese tiempo no había equipos inalámbricos. “Mi papá se daba el trabajo de extender línea desde la radio hasta donde era el sitio de salida y meta. El grito era: Ciclista a la vista, sígale la pista a través de Ondas Carchenses…”.
En la vuelta al Ecuador, los ciclistas se desplegaban por la provincia, pero muchas veces no había recursos. Allí es cuando Fausto llamaba, a través de la emisora, a los oyentes para que colaboren. “Organizaba a las reinas de Tulcán y con una banderita se paseaban por toda la ciudad. Decía, si no colaboramos, no vamos a ganar la etapa de mañana”.
“Señoras del mercado, los ciclistas necesitan alimentarse, necesitamos frutas”. La respuesta era inmediata y había los productos solicitados en grandes cantidades. Llevaban en canastas a la radio. Además, contribuían con un sucre o 20 centavos. Ese dinero se enviaba para que los ciclistas puedan subsanar los gastos que ellos requerían.
Cuando concluía la competencia, a los ciclistas se los recibía con la banda de la Policía. Fausto colocaba unos cuatro parlantes en el Parque Principal, en los postes del alumbrado. Esa era la amplificación. Con la ayuda de los vecinos y del Municipio, se hacía el escenario. Se buscaba las alfombras de la Catedral. Al padrecito le decían: préstenos la alfombra y las mejores sobrecamas de los vecinos servían de telón para arreglar el escenario. Prestaban las mejores macetas de flores, las sillas y así se daba la bienvenida a los ciclistas que venían triunfantes de las competencias. Ondas Carchenses tenía un excelente poder de convocatoria.
La transmisión inalámbrica
El radiodifusor carchense, inspirado en las experiencias colombianas, envió a fabricar en Ipiales un equipo que funcionó en la banda de 40 metros. A inicios de los 70 realizó la primera transmisión inalámbrica. Este equipo era a tubos, muy pesado, lo instaló en una volqueta. Estos aparatos utilizaban la antena que se llama el invertido (un alambre de cobre extendido de un lado a otro)
En el carro colocaban una caña guadúa en la parte frontal, otra en la parte posterior y el alambre de cobre, esa era la antena. La novedad en la ciudad era que se estaba transmitiendo desde exteriores, desde el sitio mismo. Era un evento automovilístico y locutaba desde el sector de Las Juntas, a la salida sur de Tulcán.
“Con el Carchi no se juega”
Era 1971, estaban como alcalde de Tulcán, Ignacio Zambrano, y prefecto Wilfrido Lucero Bolaños. Era una ciudad pequeña y una noticia se dispersó rápidamente. En febrero de 1971, el Gobierno quería robustecer los ingresos económicos de la Dirección de Migración y Extranjería, por ello firmó el Decreto 248, donde se disponía que se cobre una tasa de dos sucres a las personas que ingresen y salgan por la frontera de Colombia y Ecuador. “Era una especie de peaje”, recuerda Vicente.
La población de la ciudad fronteriza se unió y formó el Comité de Paro, que enviaba comunicados que se los emitía por la radio. Adicional, Fausto colocaba los parlantes, el público se aglomeraba en el Parque Principal, para conocer los últimos detalles.
Cuando ya se organizó la revuelta, justamente en la esquina donde quedaba la radio, en las calles Olmedo y 10 de Agosto, se armó una trinchera con todo el material de construcción que se estaba utilizando en la casa municipal. Se convocó a la población para que se reúna. Llegó la Policía y el Ejército a cerrar la estación. Casi se produce un enfrentamiento porque los manifestantes tenían bombas molotov (botellas con gasolina) e hicieron retirar a los delegados del Gobierno.
El 26 de mayo hubo muertos por las protestas, Vicente cursaba el segundo año del colegio Bolívar, recibía las llamadas telefónicas a la radio donde decían “aquí hay un muerto, aquí hay un herido, con las direcciones dónde estaban”. La ambulancia llegaba y el hijo del radiodifusor les direccionaba donde estaban los heridos y fallecidos. Se decía al aire y la gente empezó a preocuparse. Por eso, el 27 o 28 de ese mes llegaron a cerrar la emisora. Fueron momentos de pánico, Fausto tuvo que protegerse al salir, para que no le llegue ninguna bala, recuerda su hijo.
Pero ¿cómo se conocía en otros lugares qué es lo que pasaba en Tulcán? Fausto con el equipo a tubos fabricado en Ipiales, por Carlos Sanson, se conecta con su amigo del departamento de Nariño, corresponsal de la cadena Todelar, Carlos Olmedo Calderón Hernández, él enviaba la información a Bogotá, a través de teletipos. Y se difundía la noticia a escala internacional. “La población estaba defendiendo que no se cobre el impuesto de dos sucres, que estaba destinado para Guayaquil y no para Tulcán”, asegura el arquitecto Almeida.
El presidente de la República, José María Velasco Ibarra, los calificaba como subversivos. Sitiaron Tulcán, llegaron los paracaidistas y la gente los desarmaba. “Allí, la radio tuvo un papel muy importante, porque fue el medio por el cual el Comité de Paro pudo expresarse”. La suspensión de la emisora duró tres meses.
El 1 de junio de 1971, el Dr. José Velasco Ibarra derogó el decreto. “La gente salió a las calles y con el grito de que ¡Con el Carchi no se juega! Se dio por terminado este hecho. Desde esa fecha, esta frase acompaña a la población de la provincia.
El Chifa Tulcán y los cantantes
El periodista Milton Froilán Jiménez recuerda que cuando tenía cinco años, en 1985, era increíble, escuchar al locutor por la radio, pero también cuando estaba en persona, porque visitaba frecuentemente la Chifa Tulcán, de propiedad de sus padres: Pedro Gabriel Jiménez y Carmen Elena Fernández. En aquella época estaba ubicado en las calles Olmedo y 10 de Agosto, esquina. La radio quedaba diagonal al edificio episcopal, había una jardinera cerrada y a pocos pasos se encontraba Ondas Carchenses.
“Tenía una voz muy fuerte, por eso le decían el vozalón y se lo escuchaba donde quiera”. Mientras estaba en algún lado del restaurante, Milton Froilán salía corriendo a saludarle. “Yo lo quedaba viendo y él era muy atento, amable”, enseguida entablaban alguna conversación. En el restaurante siempre se sintonizaba la emisora y Milton Froilán estaba pendiente de lo que informaban en Ondas Carchenses. “En esos años uno de mis temas favoritos era de Pedrito Fernández, la Mochila Azul”. Cada que sonaba esa canción, Milton Froilán, salía apresurado, cruzaba la calle y se sentaba en el ingreso de la estación que tenía una grada muy alta, una puerta de vidrio y madera que siempre estaba cerrada.
Se quedaba esperando varios minutos, porque pensaba que el intérprete mexicano había llegado a la radio de “La Voz de la Simpatía Popular”, pero nunca lo veía. Fausto salía y le decía ¿Qué haces? Le estoy esperando al artista. “No, no, ya se fue le contestaba con una sonrisa”. Se regresaba triste al restaurante, porque cuando escuchaba una canción, su idea era esperar que ingrese o que salga el intérprete, pero no era así. “Al único que lo veía entrar y salir era a Don Fausto Almeida”, quien veía con ternura la inocencia de aquel niño, a quien siempre acompañaba con una carcajada de solidaridad.
En otra ocasión escuchó otra canción que le gustaba y se quedó sentado unos 15 minutos. Nuevamente salió Fausto con la pregunta de siempre. “Qué haces”. “Don Fausto, no sea malito, quiero ver al artista que está adentro”. No hay nadie le respondió. “Por Dios, si ahorita está sonando la canción”.
El propietario de Ondas Carchenses le tomó de la mano y con una sonrisa le hizo ingresar a la radio. Por primera vez lo hacía y en él había una sensación de curiosidad. Al interior observó unos portales internos con luz baja y una persona manejaba los equipos, Milton Froilán entró como a tres cabinas. Fausto le explicó cómo era la tarea de la radio y ciertos detalles. Le indicó cómo sonaba la música, los casetes, lo vinilos, pues tenía una colección amplia que hasta ahora la conserva su hijo el arquitecto Vicente Almeida.
Milton se retiró, desde ese momento perdió un poco la emoción cuando sonaban los temas, porque nunca pudo conocer personalmente a los cantantes, pero cuando sonaba el poema Desiderata de Jorge Lavat, era distinto, siempre lo escuchaba con atención y hasta ahora lo recuerda con nostalgia.
El circo y Don Fausto
Fausto era una persona solidaria, siempre se ponía en los zapatos de los otros. Apoyaba a la gente que necesitaba de los servicios de Ondas Carchenses. Una vez llegó un circo a la ciudad, dispuso que a la gente del circo no hay que cobrarles, “porque son personas que no tienen dinero. Son artistas que brindan su talento para que el público disfrute de un buen espectáculo”.
Su hijo Vicente le preguntó por qué y él le contestó. “Porque una vez yo también quise irme en un circo y ahí conocí la realidad de los trapecistas, magos y payasos. Es muy difícil”. La actividad circense no es tan fantástica como se la ve, repetía.
La radio su vida y Tulcán su ciudad…
Siempre decía que la radio es su vida. Trabajó de lunes a viernes desde la madrugada, sábados y domingos, días festivos. Era muy apasionado. Nunca dejó de hacer radio. Fue muy intuitivo en cuestiones técnicas.
Tulcán era para Fausto su ciudad, su esencia, su vida… nunca quiso salir de ahí. Era un hombre que conocía el cantón y la provincia, muchos alcaldes le solicitaban su opinión, porque estaba sintonizado con el pensamiento de un pueblo. “Lo que decía don Fausto se debe hacer, porque así debe ser”, indicaban.
Los homenajes
Recibió muchos reconocimientos por parte de los gremios periodísticos y gobiernos seccionales, como el de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Carchi, en 1993. Se formó un Comité, que lideró Jacinto Pozo Gonzales, viendo la trayectoria de Fausto consideraron que hay que homenajearle en vida. Se unieron todos los amigos e instituciones. Fue por los 40 años en la radiodifusión.
Sin embargo, el reconocimiento más emotivo, que llegó al corazón del locutor carchense, fue el de los betuneros de Tulcán, quienes lo apreciaban mucho. También hubo en 2016 una comparsa que tenía como tema central: Fausto Almeida. Se diseñaron algunos carros alegóricos con diversas facetas del locutor carchense. Fue organizado por el Colegio Sagrado Corazón de Jesús. “El pregón tenía un solo tema Ondas Carchenses y Fausto Almeida Cárdenas. Fue una demostración de afecto que le brindaron a mi papá”.
El asambleísta del Carchi y ex alcalde de Tulcán, Pedro Velasco, indica que Fausto Almeida Cárdenas es un personaje que dejó historia en la comunicación, en el periodismo, en la radiodifusión, no solamente de Tulcán, sino del Ecuador.
Fue un autodidacta, se auto preparó. Fue el pionero de la radio en la ciudad con Ondas Carchenses. “Nos acostumbró a recibir de primera fuente la información oportuna de hechos trascendentales, no solo generados en el norte del país sino a escala nacional”.
Muy temprano, los buenos días llegaba a las casas de sus oyentes. Tenía una forma muy didáctica, muy amena de dar sus noticias. El político recuerda que desde la primaria y secundaria era parte del hábito estudiantil escucharle, a través de los 1.255 Kcs, para llegar a tiempo a las actividades estudiantiles. Los barrios se nutrían de la información, porque fue un espacio siempre abierto a todos los sectores.
“Lo destacable es que todas las personas podían llegar con absoluta facilidad y confianza a la emisora. Posteriormente fundó el Sistema Radial del Norte con su familia que ha estado presente en la comunicación de la provincia del Carchi, que hoy está liderado por el arquitecto Vicente Almeida”, señala. “Toda la sociedad y autoridades reconocimos la trayectoria de Don Fausto, que fue el iniciador de la radio en Tulcán”.
Fausto Almeida Cárdenas, el amigo
Una de las características del radiodifusor carchense era ser buen amigo. Eso lo cuentan algunas de las personas que compartieron con él muchos momentos de su vida personal y profesional.
El propietario del Centro Radiofónico de Imbabura (CRI) y de FM Ritmo de Ibarra, Silvio Morán Madera, lo califica como un amigo sincero y alegre a quien lo visitaba cuando iba a Tulcán. “Siempre franco y sonriente, porque tenía a mano el chiste oportuno y fino, que él mismo lo disfrutaba con una sonora carcajada”.
Los amigos conversaban sobre qué hacer y cómo hacer con los cambios tecnológicos que estaba viviendo la radio: la renovación de equipos, en el cambio de las emisiones de onda corta a onda media en ese entonces. “Nuestra permanente preocupación era por la programación, el oyente y el aporte que podíamos brindar en las asambleas nacionales de AER”, donde acudieron muchas veces juntos a varias ciudades del país.
El radiodifusor imbabureño destaca que Ondas Carchenses caló profundo en el público no solo de la provincia del Carchi, sino del Departamento de Nariño-Colombia. Había arte, cultura, información y música, era una buena radio. “Las características que siempre quiso impulsar desde su emisora el reconocido colega y amigo. Ahora Vicente tiene la posta de su padre en este diario quehacer de la radiodifusión”. indica.
Otra de las personas que recuerda a Fausto Almeida es Ricardo Ruiz Mena, quien se enteró que el propietario de Ondas Carchenses estaba enfermo. Viajó a Tulcán para visitarlo. Fue a los estudios de la estación, los empleados le dijeron que el radiodifusor carchense por su edad y enfermedad tenía que permanecer en la casa.
Ricardo se trasladó a la vivienda y sus familiares le informaron que Fausto Almeida, un apasionado de la radio, decidió permanecer en el lugar donde funcionaba el transmisor y la antena de la emisora, que estaba fuera de la ciudad. Esto lo hacía con el fin de conducir su programa favorito y comunicarse con el público que lo escuchaba.
Por teléfono, Ricardo pudo saludarle y felicitarle por su trabajo en beneficio de su audiencia que era amplia y querida. El 5 de diciembre de 2019, a la edad de 84 años falleció el querido radiodifusor carchense.
La familia
Se casó en 1956 con Emilia Victoria Hurtado Ramírez. Tuvo tres hijos: Vicente, Ana Lucía, que está a cargo de Ondas Carchenses, y Marcela. Su esposa siempre estuvo junto a él y le apoyo, por ello un tiempo estuvo en la administración de la emisora.
Vicente Almeida Hurtado es el actual gerente propietario de Tulcán FM. Cuando se graduó de arquitecto en la Universidad Central de Quito, regresó a su ciudad, porque tenía siempre en mente poner una estación de radio. Con Ondas Carchenses FM, que dirige su hermana, formaron el Sistema Radial del Norte Ecuatoriano.
Fausto es parte de los personajes icónicos del norte del país. Es recordado y querido en esta zona del Ecuador. Gracias a él y a sus hijos, Radio Ondas Carchenses sigue viva, sigue latente, porque es un legado que está vigente. Cuando actualmente se ingresa a la estación se siente lo que fue antes: discos de vinil, micrófonos, teléfonos, cintas, casetes…
Fausto Almeida Cárdenas fue un trabajador constante. Sus características fueron el trabajo y la honestidad. Vicente manifiesta que el mejor legado que les ha dejado a sus hijos y nietos es la constancia y calidad humana, porque fue un referente de vida. Dice que la frase que describe a su papá es: “Fausto Almeida Cárdenas, un hombre sencillamente grande”.
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Iliana Cervantes Lima
Voces de la radio