La radio le gustó desde siempre. Recuerda que de niño tenía la curiosidad de saber que hay dentro de ese aparato del que salían voces. Recién cumplía siete años y pensaba que dentro de la radio había una especie de cinta con un micrófono pequeño, que pasaba recorriendo, cuando se movía el dial. “Era una piola y cada uno hablaba y hablaba. Me imaginaba que eran personas pequeñas”, asegura Wilson Robalino, el reconocido locutor de noticias, que acredita cerca de cinco décadas de experiencia.
Estudió en el colegio Manuel María Sánchez, luego pasó a la Academia Militar Abdón Calderón. Ahí ya sentía la ilusión de trabajar en radio. Tenía un compañero, de nombre Guido Orbe, otavaleño, quien tenía una excelente voz y quería que le enseñe a locutar. Pero entre los estudios, la graduación y la universidad. Pensó que la oportunidad se pasó.
Desde 1978, se lo escuchaba todas las mañanas, puntualmente, diciendo: “son las seis”. Entonces sus oyentes se apresuraban a levantarse, asearse y tomar el desayuno para salir a sus respectivos sitios de trabajo o estudios… De 06:00 a 07:00 estaban atentos a este locutor que, a cada instante, repetía la hora y acompañaba con su voz para cumplir, con responsabilidad, las actividades diarias.
Sin embargo, desde 1974 ya laboraba en Radio Tarqui, “La T Grande de Quito”, de 20:00 a 23:00, en un programa donde había música, poemas, entrevistas y leía noticias, mientras que en la mañana trabajaba en la Radio de la Casa de la Cultura. Su voz empezó a dar identidad al “Informativo Ahora”. La cortina musical para dar inicio al noticiero era de la película de 1966 “El Bueno, El Malo y el Feo”, protagonizada por Clint Eastwood. Fue una especie de huella digital de ese espacio.
Patricio Toro, otra voz potente del Ecuador, le antecedió, pero como se cambiaba a otra emisora le recomendó. Igual, Pepe Velásquez, que era operador de audio en la radio de la Casa de la Cultura, le dijo que vaya a Radio Tarqui, porque necesitaban un locutor de noticias.
Gonzalo Pérez Torres le pidió que lea un editorial en Reportarqui, “el radio periódico del pueblo”. Luego de la lectura, don Gustavo Herdoíza le dijo “quiero hablar con usted”. Pensó lo peor, pero fue todo lo contrario, más vale le propuso ser parte del noticiero. “Le voy a pagar un poco más de lo que le están pagando en la otra radio”. De esta forma Wilson Robalino se quedó en la mañana y en la noche en el dial 990 AM. Ahí permaneció desde 1974 hasta el 2015.
Wilson Robalino realizó sus estudios en la Escuela de Arte Dramático, como Sketch Cómico, y luego se integró al Teatro de Ensayo, dirigido por Antonio Ordóñez. En la Escuela de Arte Dramático la profesora argentina, Anadela Arzón, quien dictaba la cátedra de dicción, vocalización e interpretación, le escuchó y le dijo: “tienes una buena voz para locutor de noticias”. Le dio algunas indicaciones sobre vocalización, dicción e interpretación. Wilson le preguntó: ¿Una noticia se puede interpretar? y la profesora le contestó que sí, “la noticia se vive”. Desde ese momento se dedicó por completo a locución de noticias.
Escuchaba la Voz de América, a Iván Silva Acuña (chileno) y Pancho Ibañez (argentino), quienes fueron sus referentes. Destaca la trayectoria de los locutores nacionales Fernando Fegan, Édison Vargas, Patricio Toro, Fabián Vizcaíno y Guillermo Jácome. Asegura que René Torres tenía una vocalización excelente cuando leía un radio teatro.
Don Gustavo Herdoíza, propietario de la estación radial, le decía que la noticia hay que interpretarla y vivirla, “pues el oyente capta todo y se siente feliz o triste con lo que usted está leyendo”.
A fines de 1970 e inicios de 1980 había una sección llamada “Comentan los Picapiedra”, del desaparecido diario El Tiempo, de propiedad de Antonio Granda Centeno. Uno de los escritores de este espacio era el poeta riobambeño, Eduardo Zambrano Jarrín (1916-1999). Wilson Robalino dice que al leer esos artículos iba cimentando lo que él quería ser: interpretar las noticias, porque una cosa es leerla y otra vivirla.
En esos años habitaba en el sector de Los Dos Puentes, en el centro sur de Quito, por ello llegaba a las 05:30 a la emisora, que estaba ubicada en las calles García Moreno y Olmedo. Revisaba los periódicos, leía las noticias más relevantes, poco a poco iba seleccionado lo más destacado. En la primera media hora locutaba las noticias políticas, económicas y sociales, que eran de mucho interés para los oyentes. Luego venían las notas más relajadas.
En 1978, a raíz de la separación de Carlos Rodríguez Coll, también se integró al equipo de Tarquideportes, que era dirigido por Pepe Granizo Cisneros. Wilson fue locutor comercial y en esa tarea estuvo más de 35 años. Formó parte del equipo con Guillermo Padilla, Fernando Buitrón, Enrique Recalde, Carlos Sandoval, Patricio Díaz, Ernesto Almeida y Froilán Cabrera. Tarquideportes tenía dos locutores comerciales: Fernando Buitrón, solo los domingos, y Wilson Robalino, entre semana. Califica de experiencia única, porque pudo conocer a muchas personas vinculadas al deporte.
Unos años antes, cuando no era locutor comercial, y Carlos Rodríguez Coll dirigía el espacio deportivo, le pidió realizar una cobertura desde el Coliseo Julio César Hidalgo, en el centro de Quito. El reconocido periodista deportivo manabita le indicó que “el comercial es un producto que usted está sugiriendo a la gente que compre. Póngale emoción”. Esta cobertura la hizo con Fabián Gallardo, quien más tarde laboró en Gamavisión, Canal Uno, Directv Sports y ahora en Gol TV; narraba los partidos de básquet.
Igual le pasó cuando tuvo que reemplazar a Edison Vargas, en Radio Quito, y trabajó junto a Alfonso Lasso Bermeo (Pancho Moreno), Blasco Moscoso Cuesta y Antonio Naranjo, tres personalidades indiscutibles de la narración deportiva. No tenía mucha experiencia y don Alfonso Lasso Bermeo le dijo: “venga para acá y también me ayudó en el asunto de la narración comercial”.
También hizo un programa de poemas y boleros, pues le tomó la posta a Gustavo Herdoíza, de 22:30 a 23:00. Leía un poema y el operador, Rodrigo Ruiz, ponía un bolero. La sintonía era total. Se llamaba “Todo es bolero”.
Hizo radio teatro con Armando Rivas, Jorge “El Chino” Carrera, Hernán Herdoíza, entre otros. Había una producción que se realizaba en Semana Santa sobre la Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Para la actuación le ayudó el haber estudiado en la Escuela de Arte Dramático de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en la época del profesor Edmundo Rivadeneira. Egresó y se integró al Teatro de Ensayo, dirigido por Antonio Ordóñez, impulsor y referente del teatro nacional. Representó la obra “Topografía de un Desnudo” y luego realizó “Huasipungo”, basado en la novela del escritor quiteño Jorge Icaza. Con esta obra recorrieron el país, pero luego, por la responsabilidad que implica una familia, no pudo seguir en el teatro, pero ingresó al mágico mundo de la radio.
Sus inicios fueron en la Radio de la Casa de la Cultura, en reemplazo de Hernán Cevallos, quien años después, en la alcaldía de Rodrigo Paz, hizo la voz de Evaristo Corral y Chancleta, en una campaña para cuidar la ciudad.
En 1975, José Almeida, que era el director encargado de Radio Quito, le propuso trabajar los domingos, haciendo el noticiero y leyendo los resultados del fútbol. Aceptó, aunque eso implicaba laborar de domingo a domingo, pero no hubo inconveniente, porque le gustaba el espacio. Al poco tiempo, Fernando Fegan, que era el director titular de la estación, le pidió que trabaje exclusivamente para la emisora y renuncie a Tarqui. Wilson Robalino no aceptó por cuestiones económicas y permaneció en la T Grande de Quito por 42 años.
En 1999, fue profesor de locución en el Instituto Tecnológico de la Asociación Ecuatoriana de Radiodifusión (AER). Se separó de este centro en el 2011, cuando se jubiló. También colaboró en el Instituto CuesTV, con la cátedra de locución y producción radiofónica, estuvo 10 años.
Wilson Robalino sabe que el cariño de la audiencia es fundamental. Recuerda que un día de 1980 estaba haciendo fila en un banco para cambiar un cheque. El jefe de cajeros le reconoció y le dijo el tema que había leído en la mañana. Era una crítica a un gerente de la Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE), ahora Petroecuador. “Es bonito saber que le están escuchando miles de personas. Eso hace que se sienta más comprometido, más puntual y perfeccionándose cada día”, repite. Estuvo en Tarqui hasta el 2015, pero su pasión por los micrófonos y la radio siguen intactas.
Guarda gratitud al profesor Gustavo Herdoíza, gerente de Radio Tarqui, y ex alcalde de Quito, de quien destaca su liderazgo y cualidades humanas. También le dio la oportunidad y confió en él, cuando aún no tenía experiencia, pues pasaba de una emisora cultural a una estación popular. Sus consejos le sirvieron y se siente satisfecho de haber trabajado en esa radio por más de 41 años. “Eso es una experiencia inolvidable”, acota.
Nació en Quito, el 5 de agosto de 1.946. Vivió en el sector de El Pintado, más arriba era el cuartel Vencedores de Pichincha, al sur de la ciudad. En esa época Chillogallo era una planicie llena de haciendas. Estudiaba en la Escuela Municipal Sucre y su madre, Olga Ruiz, les despertaba temprano, a las 04:00. Salían con sus hermanos al patio a repasar las tablas de multiplicar, tenían que aprenderse “al dedillo”, para luego ducharse, desayunar y esperar el bus que pasaba a las 06:45 que les dejaba en la Plaza Grande. Caminaban hacia la calle Junín, donde estaba situado el plantel. Si se atrasaban del carro ya era difícil llegar puntuales al establecimiento.
En esa época aún había dos jornadas de estudio y almorzaban en la casa del inspector de la escuela, don Bernabé Abad “donde preparaban unos deliciosos almuerzos para los estudiantes”. Llegaban a la casa hacían los deberes y a las 20:00 a acostarse. “Los mayores se quedaban oyendo la novela El Derecho de Nacer en Radio Nacional Espejo”. Desde ahí el cuerpo se acostumbró a madrugar, ya no puede dormir hasta tarde, especialmente los fines de semana, cuando puede hacerlo, pero ve películas que es algo que siempre le ha gustado.
Él viene de la época del disco de carbón, la vitrola, la radiola. Cuenta que cuando era niño su papá, Hugo Robalino, viajaba mucho a Guayaquil y traía cajas de discos de pizarra y la primera canción que le gustó fue El Salinero, del Dúo Benítez y Valencia. Desde esa época la música nacional está en su corazón, después ya vino el long play (LP), los discos de 45, los casetes, wolman, CDs, hasta llegar hasta la última tecnología. “Me sentí un poco desubicado al ingresar a este mundo nuevo de la comunicación. Me falta todavía, pero ya puedo hacer el noticiero desde la casa”, dice con una sonrisa.
Agradece el apoyo total de su familia, su esposa, Laura Torres, con quien está casado 40 años y sus dos hijos: Wilson Robalino Villena y Wilson Robalino Torres, de 48 y 34 años, respectivamente, que han sido un soporte fundamental, pues le enseñan la tecnología, porque le tenía un poco de miedo a la computadora. “Me ha tocado aprender a 180 por hora: el Internet, watsApp, los correos electrónicos, los teléfonos inteligentes…”.
Desde agosto de 2019 nuevamente acompaña a los capitalinos, de 06:00 a 07:00 en Pichincha Universal 105.3 FM. Ahora la situación es diferente con la pandemia, pues antes trabajaba desde el estudio de la radio, con un operador, pero ahora lo hace a través del zoom. Tuvo que aprender a manejar esta plataforma digital, ingresar, ver el link y conectarse. El operador, Carlos Minango, le ayudó mucho, al igual que su hijo Wilson Robalino Torres.
Orlando Pérez, gerente de Pichincha Universal, le invitó a que trabaje en el programa de noticias, desde las 06:00. Habían pasado cuatro años sin haber estado en actividad y le pidió 15 días “para ponerse en forma”.
Wilson aún se despierta todos los días a las 03:55 y a las 05:30 se conecta vía zoom con Carlos Minango e inicia el noticiero con su reconocido timbre de voz y su frase “son las seis”. Asegura que está culminando su etapa como locutor de noticias, la fonación puede hacerse un poco pesada y lenta. Destaca que en la actualidad hay voces nuevas que son buenas y están tomando la posta de quienes fueron referentes.
Es necesario que se vea a la radio como un medio de comunicación que transmita emociones, sirva a la comunidad, oriente, entretenga y eduque, concluye este reconocido radiodifusor, que ha sido parte de la época de oro de la radiodifusión quiteña.
Iliana Cervantes Lima-Voces de la Radio