Dice que, quizá, por error se inició en la comunicación porque no tiene familiares cercanos que les guste el medio. Hober Mendoza recuerda que, en 1990, cuando tenía 8 años, mientras escuchaba a un locutor que presentaba el tema “Historia de taxi”, de Ricardo Arjona, se le ocurrió imitarlo. Ese fue el acercamiento más cercano con la comunicación radial. Sin embargo, después de varios años llegó a ser la voz de una de las estaciones más populares y queridas de Quito, Francisco Stereo 102.5 FM. También es la voz comercial de muchos spots de televisión.
Por esas coincidencias de la vida tiene la misma edad de la popular “Panchito Stereo”, como le dicen por cariño a esta radio. En esta emisora de la Comunidad Franciscana del Ecuador laboró durante cuatro años, desde 2014 hasta el 2018. Llegó a esa estación gracias a su amistad con Jaime Yépez, quien era el productor y buscaba una voz nueva, que no sea necesariamente de Quito. En esa época dirigía la estación Fray Carlos Amendaño, el sacerdote que a inicios de 1990 conducía un programa de música del recuerdo, que ocupaba los primeros lugares de sintonía en la capital.
“Fue una grata experiencia donde aprendí, gracias a Jaime Yépez, que tenía que escucharme más y me decía: te falta enfatizar, te comiste una letra acá, no estás leyendo bien aquí”, pero también fue una etapa de autocrítica constante. “Francisco Stereo fue una gran escuela, aunque me di cuenta de que me faltaba mucho como locutor”, pero lo importante fue encontrar y mantener la voz. Ahora puede hablar una hora y no siente el desgaste de impostar.
En esta misma etapa fue la voz de otras emisoras: Santa Cruz de las Galápagos (88.7), La Voz del Zamora (102.9 FM) y San Antonio de Zumba (93.3 FM). Actualmente es de las radios Horizontes (94.9 FM) y La Amiga (96.1 FM). Tiene su propio periódico digital La Ciudad al Día.
En 2010, le pagaban por cada publicidad producida 3 dólares. Como anécdota recuerda que en ese mismo año solicitó un préstamo de USD 1 500 en una institución bancaria para poner su estudio. La respuesta fue negativa porque le dijeron que no tenía un sueldo fijo ni un respaldo económico. Su suegra, Bárbara Moreira, gestionó el crédito a su nombre y con eso pudo comprar una computadora, micrófono y todo para poder construir su propio espacio y hacer las producciones.
Cuando empezaba en el oficio hablaba con voz grave “y el locutor más popular del pueblo también hablaba así infladito”. Asegura que por eso tenía problemas con su garganta. Cuando le preguntaban las razones, él respondía que era el clima, pero no era eso, “sino el abuso de impostar la voz, sin proyección de aire”.
“No soy un locutor nato que tiene la voz peluda, la voz hermosa”, asegura, pero con el internet empezó a ver y escuchar voces de otros lados. Los de doblaje, de documentales, de narraciones… Admira a los locutores de Venezuela, Centro América y México. Entre ellos está el fallecido Iván Loscher, Waldemaro Martínez, así como el actor de doblaje mexicano, José Lavat.
Sus inicios no fueron fáciles. Este hombre de campo, donde la comunicación directa es con los pajaritos y con los vecinos de casas muy lejanas, aprendió el oficio trabajando gratis. En el año 2000, Carlos Moreira, esposo de su tía Bertha Mendoza, se compró Radio Tigre (88.1 FM) en Flavio Alfaro, provincia de Manabí. Le propuso que vaya a aprender la radiodifusión, pero sabía que era para barrer, lavar los baños, limpiar la radio y los LPs. En esa época todavía había los discos grandes con varios temas al lado A y B. Si se quería música 24 -7 debía estar permanente una persona, que estaba alerta que termine el casete para poner otro.
El dueño de la radio se revelaba a los cambios. No tenía un brazo, por eso le decían el “Mocho Moreira” y era mágico ver como ponía los discos con una sola mano, tenía estilo porque venía del disco móvil. “Aprendí la parte nostálgica de esos equipos de trabajar manualmente”, aunque solo le dejaron encender la radio y prender el transmisor, pero eso le ayudó para conocer desde el cimiento hasta la antena de la estación.
Cuando era muy entrada la noche, era fin de año o no había locutores, entonces el único que quedaba libre para hacerlo era Hober Mendoza. Para decir la hora: eso implicaba muchos nervios y emoción. “Quería llamar a todo el barrio para que me escuchen, pero no era como ahora con los celulares. Era bonito porque saqué la semilla de ese lugar”. No locutaba tanto, pero con leer una convocatoria o una invitación a una misa de réquiem se quedaba satisfecho.
Luego se separó de la radio porque no le pagaban y regresó al campo a trabajar con machete y garabato. Pero el alejamiento duró poco y, en 2003, se fue a El Carmen, otra de las ciudades de Manabí, donde el “Mocho Moreira” adquirió otra estación que se llamaba Sonoradio (89.3 FM). Pero la misma situación, era el que hace los mandados y el que barría la radio, pero trató de ingeniarse para trabajar en el campo hasta las 17:00 y llegar a la radio a las 18:00. Se quedaba hasta la medianoche. Hacía un programa de variedades.
Cuando tenía 25 años, su madre, Santa Arturo, le decía que se dedique a hacer algo productivo. Hasta que se abrió otra radio en El Carmen que se llama Ecos y su amigo, Henry Marcillo, le dijo que lo único que había es controles desde las 05:00 hasta las 08:00. Otra vez, no había paga. Para hacer lo que más le gustaba se organizó para laborar en los trabajos que le pagaban dinero: albañilería, carpintería, labores del campo. No fue fácil porque caminaba seis Kilómetros, no tenía dinero para tomar un taxi. “Estoy hablando del 2004 o 2005 cuando cayó el fenómeno de El Niño y me cogían unos diluvios”, por eso llevaba su ropa en una funda y cambiaba al llegar a la radio. Luego consiguió una bicicleta vieja que, de vez en cuando, se ponchaba y llegaba hasta la emisora empujándola. La pasión por la radio estaba en la cima de todo. Solo así se justifica tantos sacrificios y trabajo, dice con un gesto de tristeza.
El dueño de la estación radial era Ángel Vacacela, quien en esa época trabajaba en TC Televisión, Radio City, Radio Romance, Radio Punto Rojo. Él venía con una mentalidad diferente: era más técnico y abierto para enseñar. Entonces le cayó “como un dulce en muela apolillada o como anillo al dedo”. Con él aprendió mucho e inició su pasión por la producción. “Me hice fino para estar cortando e hilando, por eso hoy en día puedo ver un audio y solo con ver las ondas ya puede saber dónde hay o no hay error”, repite.
Era el año 2006 le proponen un sueldo de 80 dólares. Eso significaba que ya ganaba un dinero. Era soltero y podía sobrevivir con eso, enfatiza. Recuerda que el productor de la estación, Julio César Mendoza, se fue a otro medio y le dijeron “ahora mete la voz tú”. Al recordar sonríe y asegura que, “si él hubiera sido la persona que contrataba, no lo hubiera hecho, por algunas cosas horrorosas que hacía en ese tiempo”.
El hecho de que no tuvo un lugar estable se debió a que sus padres se separaron cuando él tenía seis años y lo que eso conlleva pasar medio año en un lugar y el otro medio año, en otro. Todo eso fue aprendizaje, al igual que la radio. En estaciones pequeñas tú eres el que hace el control, limpieza, libretista y locutor. Me ayuda lo que he ido creciendo con el tema tecnológico y como creativo audiovisual”. Utiliza las redes sociales para difundir sus trabajos. Tiene una voz fresca, por ello se abrieron las puertas y llegó a la locución comercial de una financiera estatal, una marca de carros y una universidad de Guayaquil
Viene de una familia muy pobre. Con gesto de conformidad recuerda que comía “verde en la mañana, verde al mediodía y verde en la noche”. Cuenta que su madre trabajaba en un restaurante hasta las 24:00 y muchas veces sobraba comida: “Ahí podíamos comer pollo o cuando nos íbamos donde la abuela paterna. Comíamos siempre “el perico”, que es el majado con queso, culantro, cebolla y huevo frito. Yo me hago la broma que comía rico y me andaba quejando”, reitera.
En su casa siempre había el plátano verde, conocido como barraganete, y su madre les hacía el majado con manteca de cerdo, culantro, cebolla y eso se desayunaba y tenía que ir a la escuela. Vivía en El Carmen, en la parroquia 4 de Diciembre, debía caminar unos 20 Kilómetros, se demoraba más de una hora y media, hasta llegar a la Comunidad Medianía, a la Escuela María Esther Enderica Endara. Las clases iniciaban a las 07:00, lo que significa que antes de las 06:00 ya debía estar en camino. Su padre nunca se preocupó, pero no hay resentimiento. Su abuelo paterno, Ángel Mendoza, les ayudaba con sembríos de ciclo corto: fréjol, choclo, maní, plátano… “Cada vez que caíamos enfermos nos ofrecían un caldito de paloma”, recuerda con mirada nostálgica.
Con 10 años de experiencia en locución radial y comercial, Hober participó en el concurso #OverVoice Challenge de Sennheiser, Inspiral México, creado por el locutor y actor de doblaje mexicano, Mario Filio, que consistía en hacer una locución con Mario Filio, pero se calificaba con la cantidad de mensajes que se comentaba. “Todos los días se aprende y siempre se va escalando y mientras más alto estemos, tenemos que ser más humildes”, esa es su lección de vida. Por ello sabe que “no hay que temer perder, porque el perder es un motivo para desarrollarse. Permite corregir”.
Mucha gente le dice que vaya a las ciudades grandes donde puede posicionar su talento, pero en una ciudad grande se gasta más: vivienda, movilización, consumo, estrés… se justifica. “Yo quiero ser profeta en mi tierra y creo que se puede hacer realidad con el tema digital, pero de acuerdo con las condiciones de calidad que pida cualquier estación”.
Se prepara digitalmente en la academia Otto Salamanca, que es actor de doblaje y ha laborado en importantes cadenas como: 20th Century Fox, TNT Series, Netflix, entre otros. Además, es la voz oficial de Nat Geo Mundo.
Este casado, desde hace 12 años con Jenny Loor. Tiene cuatro hijos, destaca que desde que formó su hogar tuvo un avance personal y profesional, por qué ha logrado cumplir sus sueños en la producción y locución por el apoyo de su familia.
Hober Mendoza se declara un apasionado de la radio, siente que por sus venas fluye esa adrenalina única que se siente cuando se está frente a un micrófono dirigiéndose a su audiencia y con las manos en los controles de la emisora y la producción.
Iliana Cervantes Lima-Voces de la Radio