Galo Hernández Navas, el padre de las producciones de misterio en la radio ecuatoriana

Foto: Izquierda, Galo Hernández Navas cuando fue parte de Radio América La Pasillera. Derecha superior, con sus padres: Manuel María y Carmela; sus hermanos: Carmen, Georgina, Gonzalo, Aida, Gloria y Guillermo. Derecha inferior, con su amigo Ernesto Romero, a finales de 1960.

Galo Hernández Navas nació en Quito el 30 de julio de 1933, su papá, Manuel María, fue profesor de Química. Su infancia transcurrió en la calle Borrero, donde quedaba el antiguo colegio Montufar, cerca de la 5 de Junio, centro sur de Quito. La secundaria estudió en el colegio San Gabriel, cuando estaba en la calle Benalcázar, entre Espejo y Sucre.

La música ecuatoriana era su pasión, por eso condujo durante varios años Nacionalísima. Cuando fue a Radio América, le puso “La Pasillera” en homenaje a los intérpretes ecuatorianos que interpretaban ese género musical. Era un hombre de gran cultura, le gustaba conocer, especialmente sobre historia, ciencias ocultas, misterios sin resolver y leía las cartas, indican sus hijos Andrés Esteban y Carmen, así como su amigo Alfredo Falconí.

Laboró en las radios la “Voz de la Verdad”, 1020, de los padres dominicos, que luego se transformó en El Sol. Luego pasó a Metropolitana, América La Pasillera, Presidente, 1160 e Integración de Tulcán. Fue el creador de la discoteca “Su Excelencia”, que tenía una alianza estratégica con las disqueras: Fadisa e Ifesa. Ahí se presentaban los grupos y artistas del momento como: Los Iracundos, Jinsop Ho, Darwin, Jimmy Chiriboga, entre otros.

Fue el creador y libretista, junto con Ernesto Romero, y el técnico y sonidista, Alfredo Falconí, de Suspenso a las 10, con las producciones “Drácula y La maldición del Inca”, esta última tuvo una propuesta de México, para convertirla en película, pero no se concretó recuerda su hijo Andrés Esteban.

Hubo la posibilidad de crear más series de suspenso y terror, como “Una Eva negra” y “El Anticristo”, pero las circunstancias de la vida hicieron que no se realicen, insiste su amigo, Alfredo Falconí.

El radiodifusor quiteño es considerado el padre de los radioteatros de misterio en la capital ecuatoriana, era un tema que siempre le apasionó y logró posicionar en los oyentes. Muchas veces para mejorar el rating de las estaciones, donde gerenciaba o era propietario, creaba un programa esotérico y de misterio. De la noche a la mañana, la sintonía subía inmediatamente, en el apacible Quito de aquellos años, cuenta el técnico y sonidista.

Tenía voz de tenor, cantaba muy bonito, hay un audio donde interpreta “A orillas del Zamora”, del compositor lojano, Emiliano Ortega Espinosa; y la música del quiteño, Cristóbal Ojeda Dávila.

Entre los amigos de Galo estaban el locutor y radiodifusor ibarreño, Edmundo Grijalva Valencia, a quien le decían “El Gallo Giro”, por su parecido con la voz del intérprete mexicano, Luis Aguilar. Así como Edy Crespo, otra de las voces reconocidas de la capital. Fue compañero de colegio del conocido radiodifusor Carlos Efraín Machado, propietario de la Nueva Emisora Central.

A mediados de la década de los 50 del siglo anterior tenía una oficina en La Carolina, al norte de Quito, donde leía las cartas a la élite quiteña de aquellos años. Se lo conocía como “El gran Galín”, en la puerta estaba el rótulo, cuenta su amigo y compañero de radio, Alfredo Falconí, quien era niño y vivía en ese sector del norte de la Carita de Dios.

Después de unos años, Alfredo Falconi acudió por una oportunidad laboral, a Radio La Voz de la Verdad. La estación estaba ubicada al interior del convento de Santo Domingo, en el centro de la capital, de pronto le atiende una persona elegante que dirigía la radio. Se trataba del personaje que había conocido en su niñez, Galo Hernández Navas, a quien siempre le gustó la búsqueda de tesoros, pero sobre todo los de Atahualpa, que aseguraban estaban en Los Llanganates, entre las provincias del centro sur del Ecuador. Supuestamente fueron escondidos por Rumiñahui, por eso creó una obra de radioteatro sobre ese tema, que los dirigió en unos 200 capítulos.

Fue el propietario y gerente de Radio Presidente, 1160 A.M, donde los locutores de moda eran: Germán Campaña Uquillas, Alan Flores Valenzuela, Fernando Buitrón Salazar, Mario René Arias, Wilson Castro, Fabián Arias Yépez, Walvin Vargas Acosta, César Augusto Tayupanta Zurita, Marcelo Hernández Llerena, así como el sonidista, Pepe Luis Bolaños, entre otros.

En Su Excelencia se difundieron dos programas que causaron sensación en los jóvenes quiteños: El Correo de Cupido, por el Día del Amor y la Amistad; y el día de la Reconciliación, el 25 de julio.

Su ingenio y creatividad era muy grandes, por eso adquirió en Puembo, una de las 33 parroquias rurales del Distrito Metropolitano de Quito, un complejo turístico. Había salas de cine, piscinas y un castillo al estilo Disney. Lastimosamente se vivía una etapa económica muy difícil, no pudo pagar las cuotas y el banco le embargo la propiedad, que actualmente está abandonada.

Ese hecho fue el inicio de su declive, porque su salud se vio afectada. Luego viajó a los Estados Unidos, porque tuvo una propuesta laboral, que no se concretó. Regresó al Ecuador y asesoró a varios radiodifusores del país, que deseaban ponerse una estación. Además, creó Radio Integración, en Tulcán, que luego la vendió a RTU, en el dial 101.3 FM, que hasta ahora está al aire y lleva el mismo nombre.

Este gran talento de la radio falleció el 3 de abril de 1997, cuando apenas tenía 64 años. Ha pasado más de 25 años de su partida y la gente lo recuerda por su voz y su creatividad, destacan sus hijos Carmen y Andrés Esteban.

El Gran Galín y La Voz de la Verdad, en los 1020

En 1955, Galo Hernández Navas llegaba en un carro y entraba a una casa cercana a la que vivía Alfredo Falconí, en La Carolina, en el centro norte de Quito. El técnico y sonidista era niño y solía jugar en las calles con su amigo del barrio, Enrique. Un día le fue a buscar a su compañero de juegos, de pronto en una puerta leyó un título pequeño que decía “El Gran Galín”.

Era la puerta donde entraba el señor impecablemente vestido, que tenía una pausada y profunda voz. Ese momento no le llamó la atención y siguió en su juego. El radiodifusor, para ese entonces, ya era una persona adulta.

Pasaron los años y se encontraron en la Radio La Voz de la Verdad, que estaba ubicada al interior del convento de Santo Domingo. De pronto vio que la persona elegante que había conocido en su niñez. Ahí se inició una gran amistad.

La primera emisora que arrendó Galo fue la Voz de la Verdad, que estaba en el interior del convento de Santo Domingo. Cuando Alfredo llegó la estación se trasladó al cuarto piso de una casa ubicada en las calles Bolívar y Guayaquil. Galo era el director gerente.

La tabla y la fecha de nacimiento en la radio

Galo encontró una tabla que tenía datos que le permitían dar pautas y características de las personas de acuerdo con la fecha de su nacimiento. El oyente decía nací un 23 de marzo de… y Galo le contestaba que era un martes, jueves o viernes… Esas respuestas causaban admiración en los oyentes, quienes se quedaban callados y sorprendidos, tras el auricular.

El radiodifusor empezó a aprovechar las cosas que él sabía y hacía transmisiones que tenían mucha sintonía. “No había todavía los programas de radio con los cuenteros de ahora”, insiste Alfredo Falconí, pues era la primera vez que se presentaba un programa que adivinaba el futuro. Estos espacios no los hacía muy seguido, con la finalidad de generar expectativa en los oyentes, por ello cuando se emitía la respuesta, ingresaban innumerables llamadas a la radio.

Cuando la sintonía bajaba hacía programas de misterio y subía el rating inmediatamente. Galo tenía mucha cultura, conocimiento y credibilidad, parece que leyó mucho sobre psicología, indica Alfredo, quien asegura que hubo personas que le llamaban cuando terminaba la programación, para preguntarle sobre su futuro y Galo siempre tenía la respuesta adecuada, para dejar satisfechos a los oyentes.

Radio El Sol y la hipnosis que los llevó a San Diego

Alfredo ponía música clásica, pero en esa época a los oyentes les gustaba la música nacional. En El Sol dirigía un programa dominical con artistas, esta emisora tenía un escenario con un auditorio para unas 50 personas. En una de esas programaciones regalaban licor, muchas veces varias personas se quedaban en la radio y luego de la programación tomaban.

En uno de esos domingos hubo un muchacho que dibujaba unas figuras con lápiz: un león o el tigre, en todas les ponía su nombre. Era muy hábil y se ganaba un poco de dinero, por su arte, con la gente que ingresaba a la programación.

Se acabó la presentación, se fueron los artistas y se quedaron solos. Eran unas siete personas. Eddy Crespo le pregunta ¿Galo, cierto es que sabe hipnotizar? Le contesta que sí. ¿Haber hipnotícenos? le replica.

Galo le responde que no puede hipnotizarles a todos, por ello en ese momento, le coge al pintor de plumilla y le repite: “le estás viendo al demonio, quiero que le pintes al demonio”. El joven empieza a pintar. Alfredo Falconí indica que nunca ha visto que una persona sude tanto, “el pintor chorreaba el sudor por todo el cuerpo y empezó a temblar”.

El radiodifusor le indica, “espérate un rato, ya se fue el diablo, ya no hay, pero ahora termina de pintar, pero acordándote cómo era”. En efecto hizo una cara, que, a pesar de ser dibujada con lápiz, dentro de los ojos se observaba la sangre, no tenía pelo sino una especia de escamas. Pintó y les presentó el cuadro, recuerda el técnico y sonidista.

Galo le preguntó ¿qué te dijo el diablo? El joven le contesta. “Esta noche, a las 12 en el cementerio. Miran el reloj y era 11:45 de la noche. Todos dejaron de tomar y se subieron en dos carros, uno era de Galo, donde se subieron como seis y en el otro el resto que les seguía.

Llegaron al cementerio de San Diego, en el centro de Quito, llovía intensamente y el frío era superado por la espesa neblina de la noche. Todos estaban parados en el lugar, de pronto suenan las 12 campanadas de las 12 de la noche, en la puerta del cementerio se levanta un tipo borracho. Se acercó al carro y le habla a Galo, “a dónde vas”. Cuando le vio la cara, era exactamente la imagen que dibujo el pintor. 

“Quizá era un borracho que se cayó, se enlodo el pelo, pero como ya se había secado, parecían las escamas del cuadro. Además, como estaba borracho se le veía la sangre dentro de los ojos”, indica Alfredo Falconí.

“Galo se pegó el susto de su vida y salió corriendo con el carro, parece que le empujó al tipo y salimos disparados. Eso le paso por andar dibujando al diablo.  Yo creía lo que me decía Galo, vea Alfredo, las brujas no hay, pero que las hay, las hay…”

Esa misma noche, Alfredo regresaba a su casa en Luluncoto y había que subir a pie, porque no había buses hasta la madrugada, sino hasta las siete de la noche. Tampoco estaba alumbrada la subida desde el puente del Machángara hasta Luluncoto, al sur de Quito. “Una vez que subí por ahí, sentí como se me paraban los pelos de todo el cuerpo, porque era tan oscura la noche, no había luna. Cuando caminaba sentí que algo me pasó entre las piernas y sonó una cadena entre mis pies. Ahí sentí tanto miedo, que supe que era cierto que se paran los pelos”, acota Alfredo.

El ingeniero de sonido no sabía si regresar o seguir, pero ya estaba en medio camino, decidió subir y llegar a su casa. Al día siguiente cuando pasó por el lugar pudo observar que pasaban dos perros, bastante grandes, que se habían zafado del convento de las monjas de La Recoleta y andaban por ahí arrastrando sus cadenas. “Con esta historia Galo ya tenía para hacer libretos con sus magias negras y sus cosas. Esa era la forma de vivir de él, pero siempre fue un gran amigo”, repite.

Radio Metropolitana

Galo Hernández Navas tuvo una relación de amistad con el Dr. Luis Moreno Cordero, propietario de radio Metropolitana, quien le pidió que vaya a trabajar a la emisora.  El locutor hacía dos programas: uno que se emitía al medio día, que ese llamaba “Politiquitis” que era exclusivamente de política y los domingos arrendaba un espacio a la radio, para hacer “Miscelánea Nacional”.

Parece que cuando estaba en esta emisora le entró el bichito de tener programas propios y se le ocurrió ir a la radio “La Voz de la Verdad”, donde habló con los padres dominicos y les ofreció arrendar la emisora. Trabajaba en las dos estaciones, en la una como gerente y en la otra como empleado y arrendatario también.

Agustín Guevara Morillo asegura Radio Metropolitana era “La frecuencia del buen gusto y calidad”, donde estaban Edwin Salazar, Galo Hernández Navas, Ernesto Romero y Vicente Córdova Franco.

Producciones Ecuatorianas presenta… Suspenso a las 10…  

Miscelánea Nacional era un espacio que la primera hora dedicaba a la política nacional, luego profundizaba la información trascendente de la semana, después se hacía la lectura de una novela corta de doña Laura Pérez de Oleas Zambrano. Galo empezó a realizar tres o cuatro voces, hacía de anciano, niño, mujer, adolescente… Tenía el talento para cambiar de voz. Alfredo, en cambio, empezó a poner efectos cuando se hablaba del viento, los rayos, así es como nacieron las novelas cortas y suspenso a las 10, que fue el programa con el que iniciaron este tipo de novelas.…  

Alfredo Falconí buscaba efectos que ayuden a mantener la expectativa en cada capítulo. Se encontró con dos discos Long Play (LPs) que eran solo de efectos especiales: viento, truenos, rayos, una cantidad de sonidos, podrían haber sido unos 30 o más. En ese momento se le ocurrió que cuando Galo Hernández Navas hablaba de una noche tenebrosa debía poner el efecto del viento; cuando la lluvia era fuerte ponerle un rayo, cuando había caballos incluirle el galope. “La idea era poner los sonidos acordes a la narración”. Ahí empezaron a realizar las primeras novelas cortas, el elenco era solo los dos. Galo Hernández Navas que hacía tres o cuatro voces y Alfredo que le ponía los efectos diferentes en cada capítulo. Ese fue el inicio del famoso “Suspenso a las 10”.

Había que hacer una novela de una hora de 21:00 a 22:00. Muchas veces eran muy cortas o largas. Galo y Alfredo empezaron a buscar algo que coincida con el tiempo de emisión. Casi todos los programas se basaban en los libros de la escritora quiteña y cuando ya se acabaron las historias, los dos amigos empezaron a realizar sus propias novelas. Buscaron libros de terror, pero no encontraron coincidencias con la realidad de la apacible franciscana ciudad de Quito de aquellos años, porque eran novelas europeas de la editorial Acerbo.

Alfredo recuerda que como todavía vivía su abuela, le pidió que le cuente las cosas de miedo que se contaba en la ruralidad de Riobamba. “Ella me contaba y yo las escribía”.  Ahí empezaron a realizar sus propias novelas. Lograron hacer dos o tres capítulos porque su abuelita ya no se acordaba de más cuentos.

El ingeniero de sonido inició con sus propios textos, uno de ellos se publicó en el séptimo tomo de ediciones Acervo de la Enciclopedia del Terror, su seudónimo era Fred Falco, con eso salieron tres o cuatro novelas cortas.

Drácula, en América “La Pasillera”…

Después de terminar con las novelas propias, en América “La Pasillera”, Galo propuso hacer “Drácula”, que tendría unos 30 o 40 capítulos, pero al final terminó con más de 200. Alfredo había escuchado, pero no sabía mucho del personaje, solo tenía una idea muy somera. Tampoco fue a ver a la película mexicana con ese nombre que estaba en boga en esos años.

Los dos se reunían a las 19:00 hasta las 19:30 o 20:00, se hacía recién el libreto. A las 20:00 se empezaba a grabar y a las 22:00 ya salía al aire. “Había veces que Galo no llegaba pronto y se emitía a las 22:05 o 22:10, eso era muy apurado”, insiste el técnico.

Alfredo pensaba que “Drácula” era invento de Galo Hernández Navas, pero después supo que la novela que era escrita por Bram Stoker, que fue publicada en 1897. Ahí se dio cuenta de que los personajes eran los mismos. Ahí dijo “Ahhh este Galo me está haciendo el cuento”.

Esta estación solo se llamaba América, Galo la arrendó a César Estrella, propietario de Foto Estudio Estrella, que tenía sus estudios en la calle Benalcázar. Luego de cuatro años le vendió al locutor deportivo manabita, Carlos Rodríguez Coll.

En esa época para ser locutor se debía tener una magnifica voz y buena dicción. En la estación estaban las personas que participaban en las obras de radioteatro como los hermanos Wilfrido y Edison Espinosa, Ernesto Romero, Eddy Crespo, un buen locutor, que trabajaba con él en la 1020, “él andaba igual que yo junto con Galo a todas partes donde él iba. Una temporada estuvo otro locutor de élite, Gustavo Cañas, Walter Robles… En las voces femeninas siempre estaba Carmen del Valle, cuyo verdadero nombre era Carmen Valverde, también hacía las cuñas”.

La Maldición del Inca y el Derrotero de Valverde

Uno de los temas que más le apasionaba a Galo, era la búsqueda de tesoros, pero sobre todo el de Atahualpa. Pensó siempre que podría llegar a descubrir, por eso cuando crearon con Alfredo Falconí, “La Maldición del Inca” tenían unos manuscritos sobre “El Derrotero de Valverde”, donde supuestamente estaban las indicaciones, por donde salieron los indígenas y guardaron los tesoros.

Alfredo cuenta que siempre en la mente de Galo estaba encontrar los tesoros de Atahualpa. Un día los dos amigos fueron en busca del oro, pero no llegaron ni a los Ilinizas, porque Galo estaba un poco gordo y no pudo caminar, lo dejaron para otra ocasión.

En esos años estaban de moda los baños turcos en la capital ecuatoriana. Hubo uno que se llamaba “Primavera”. Los amigos conversaban sobre qué más hacer en la radio. Galo le dice y ahora ¿qué hacemos? Y Alfredo le contesta hagamos otra novela. ¿Pero de qué? Sobre los tesoros de Atahualpa, le responde.

Galo tenía el cuadernillo “El Derrotero de Valverde”, que era una leyenda que daba la ubicación donde escondieron el tesoro Los Incas, en Los Llanganates. Alfredo puso otras ideas como incluir a un chino en la serie, así como la selva, porque conocía el oriente, específicamente Mera, y le iba diciendo cómo tenían que presentar la novela.

El usar el Derrotero de Valverde les originó un problema, porque alguien los demandó indicando que el Derrotero de Valverde era un camino descubierto por cierta persona, que no había autorizado que se publique y que “nosotros estábamos saliendo por ese derrotero hacia el oriente”. Al final no pasó nada porque no tuvo los argumentos sólidos como para que la demanda siga.

La creatividad era fundamental. Contaban que estaban en las lagunas y había osos, para causar más zozobra. El narrador era Edison Espinosa, su hermano Wilfrido también participaba cuando había un personaje pequeño en la obra, como un policía que se acercaba. Carmen del Valle y Fanny Lasso eran las voces femeninas de la serie. Esta novela tuvo más de 100 capítulos.

Mauro Ferrín Vera, Alfredo Falconí y Carlos Rodríguez Coll

El locutor deportivo manabita, Mauro Ferrín Vera, trabajó en América La Pasillera, que quedaba al comienzo del dial en los 570 AM. Tenía mucha sintonía porque se emitía producciones nacionales. El dueño era Galo Hernández Navas, un escritor y libretista. En esa época hubo dos radionovelas muy famosas de producción nacional que se llamaban El Conde Drácula y la Maldición del Inca, que causaron furor en Quito, se pasaba en horas de la noche. Recuerda que la gente se agolpaba en las esquinas para escuchar las radionovelas en los transistores.

En esta emisora necesitaban narradores. Le recibió Galo Hernández Navas. La radio funcionaba en las calles Cuenca y Mideros, cerca de la Plaza de La Merced, donde antes era la Intendencia y la Morgue. Le saludó y le indicó que quería ver si hay trabajo. “Usted es locutor” le preguntó Galo Hernández. Le contestó que sí. En qué radios ha locutado, no le comentó que había estado previamente en Marañón, de propiedad de la licenciada Ligia Wilches Tacuri. Le manifestó que en realidad le gustaba este medio de comunicación, por ello quería que le tomen una prueba. Apareció el técnico de la radio, quien hacía las grabaciones, era Alfredo Falconí.

Galo Hernández Navas le llama y le dice “Alfredo este joven señala que es locutor hazle una prueba”. Mauro nunca había hecho un relato deportivo en una grabadora, era la primera vez. Alfredo que hoy es su amigo, a quien lo visita siempre, le indica. “Sabe qué joven, anótese unas alineaciones en un papel, ponga los nombres para que relate”. Era la primera vez que veía las cintas de las grabadoras grandes, porque en la anterior radio no había. Era una tecnología más avanzada.

Mauro iba a narrar como don Ecuador Martínez Collazo, pero a último rato no lo hizo y utilizó su estilo. Alfredo grabó y se fue a la oficina de Galo Hernández Navas. Mauro se quedó escondido detrás de la puerta, escuchando que decía. El técnico le indica al propietario de la estación. “Sabe que este chico tiene condiciones, pero hay un problema, su voz es parecida a la de Carlos Rodríguez Coll”. Mauro se sorprendió. Galo Hernández le responde… Yyyy…  mejor pues, mejor. Si se parece a él mucho mejor…

Galo Hernández Navas le autoriza a Mauro que vaya al estadio el domingo. El director de deportes era Édison Espinoza Tapia, un gran locutor narrador, que después se fue a vivir en Guayaquil y trabajó por muchos años en CRE.  En el estadio Olímpico transmitieron desde la cabina de Radio Tarqui, que en esa época estaba Carlos Efraín Machado. Relató unos 10 o 15 minutos. “Me sentía en las nubes, me sentía Ecuador Martínez, Carlos Rodríguez Coll, Alfonso Laso, ya era relator”.

Mauro recuerda que Galo Hernández llegaba a las 16:00 a la radio, se sentaba en la máquina de escribir, ponía las hojas con papel carbón y escribía los guiones. El personal se reunía a las 19:00. Muchas veces no grababan, sino que salían directo al aire. Se conseguía los efectos de sonido que había que hacer, que muchas veces eran los dedos, los muebles, el papel. Los sonidos con la boca eran fundamentales. “Era gente con una gran capacidad grande”.

Los primeros 40 capítulos de Drácula fueron borrados

Alfredo fue muy amigo del dueño de Radio Presidente, 1160 A.M, cuenta que a Galo Hernández Navas le gustaba vivir al día, el momento, jamás pensaba en el futuro ni en construirse su propia casa. “Para él era vivir bien, tratarse muy bien, y esperar los otros días. Él sabía la forma de ganar dinero cuando necesitaba: las cartas, leer el futuro, pero tampoco se dedicaba a eso exclusivamente, porque era muy inteligente e ingenioso.

Los primeros 40 capítulos de la novela Drácula fueron borrados, porque había una sola cinta de 1500 pies, donde grababa el lunes, martes, miércoles, jueves y viernes. El sábado no se pasaba y el domingo se reprisaba la cinta. El lunes le borraba para grabar en esa misma cinta las otras radioteatralizaciones.

Ni Galo ni Alfredo pensaron que la acogida a Drácula sería tan grande en Quito y todo el país. Mucha gente apagaba la televisión, para escuchar Suspenso a las 10… En ese tiempo había solo HCJB y canal 6…

Alfredo le decía, “estamos saliendo bien, pero no tengo más cintas”. Galo fue a la embajada americana, donde le dieron un cartón de cintas. “Ahí recién, a partir del capítulo 30 empezamos a guardar la novela”. Cuando ya se terminaba la trama de la novela se empezó nuevamente a grabar los primeros 30 capítulos para tener la novela completa.

“A Galo no le gustaba pensar en el futuro, más bien se dedicaba a vivir tranquilo”. Él tenía otras cualidades, leía mucho, tenía una educación exquisita. “Hablaba y se expresaba muy bien”, eso le daba posibilidades de llevarse con mucha gente importante. Era una persona culta”, reitera el técnico y sonidista, quien indica que con los ahorros logró comprar Radio Presidente “Su excelencia”.

El técnico y sonidista, Pepe Luis Bolaños, destaca que la dramatización de Drácula fue grabada al aire y después en cinta en la primera Radio América “La Pasillera”, por Alfredo Falconí y Patricio Benavídez. Pepe Luis lo que hizo fue regrabar en otras cintas de mejor calidad, masterizarle y darle mejor sonido. Iba uniendo los capítulos porque eran como un rompecabezas.

Cuando pasó Galo Hernández Navas a Radio Presidente se volvió a pasar la serie. Las copias se vendían a las emisoras de provincia para que las transmitan. “Nunca tuve la oportunidad de tener la novela completa, porque eso se entregó a Galo Hernández Navas”. La familia le pidió que organice, pero faltaban varios capítulos.

La novela “El Conde Drácula”, se alquilaba a las radios de provincia

Galo ganó algo de dinero alquilando la novela a las radios de varias provincias del país, como en el Centro Radiofónico de Imbabura (CRI) de Ibarra, de propiedad de Silvio Morán Madera, quien buscó al radiodifusor quiteño, para solicitarle que le alquile o arriende las producciones que él producía en América “La Pasillera” a inicios de los años 70.

Llegaron a un acuerdo económico y quincenalmente le entregaban al radiodifusor imbabureño las cintas magnetofónicas, en forma simultánea, Silvio devolvía las que ya había transmitido.

En Ibarra y la provincia de Imbabura fue un éxito la transmisión de la novela. El capítulo que se transmitía en la noche se lo repetía en horas de la mañana del día siguiente. La mayoría de los oyentes escuchaban las dos emisiones. La sintonía era total en Ibarra y en el área de cobertura de la radio, que en ese entonces operaba en los 1230 kilociclos Onda Media.

“Era tal el interés que generó la trama de la novela que, aproximadamente, un mes antes que se transmita el capítulo final organizamos un concurso, en el que los oyentes escribían cartas a la emisora e indicaban cómo creían que moriría Drácula”, indica Silvio, quien manifiesta que la cantidad de misivas era tal, que con Galo Hernández Navas y los actores de la novela, se organizó una escenificación de la muerte del personaje. Este hecho tuvo lugar en un pequeño coliseo con graderíos y cancha de básquet, que se construyó temporalmente en la Plazoleta Francisco Calderón o Plazoleta del Águila, a una cuadra del parque Central de Ibarra.

El sitio no dio abasto a la cantidad de gente que querían ver la escena final de la radionovela “El Conde Drácula”. Las personas que no pudieron ingresar regresaron a sus casas, desde donde escuchaban la transmisión por CRI.

La consola para Radio Presidente, 1160 A.M.

Radio Presidente, en sus inicios, tenía una consola de mala calidad, por ello el técnico Alfredo Falconí creó una nueva, pero por su trabajo, todavía, no había recibido el pago, por parte de Galo Hernández Navas, quien, previamente, había vendido un carro. Con ese dinero alfombró la oficina y se compró un órgano electrónico, tocaba muy bien, porque le enseñó el maestro Segundo Bautista. En ese momento el técnico y libretista le pidió que le cancele. El propietario de Su Excelencia le contesta que no tiene dinero. En ese momento se inició un desacuerdo entre los dos amigos.

“Vea Galo, si no me paga, yo me llevo la consola”. Llévese le contestó. “En serio Galo”, le insiste con una sonrisa Alfredo, quien no le creía. Le repitió que se lleve. Desconectó la consola y se llevó.

Alfredo pensó que iba a retirar de su casa, “porque él era así”, pero nunca más se apareció. “Yo estaba completamente seguro, como le conocía tanto a Galo, que iba a regresar, pero no lo hizo”. El técnico dejó de trabajar con él, después de unos tres años, le llamó, ya había vendido Radio Presidente y había comprado un terreno, cerca de Tababela, al oriente de Quito, porque en esa época ya se comentaba que el aeropuerto se construiría cerca de esa parroquia rural de Quito.

En ese lugar quería construir un centro turístico, donde haya cine, juegos y un baño turco, que tanto le encantaba. Galo todas las semanas visitaba estos lugares, recuerda Alfredo, quien insiste que ahí tenían largas conversaciones para ver qué iban a realizar en el transcurso de la semana y tener en mente qué proyectos hacer.

Alan Flores Valenzuela de Radio Javier a Presidente

Alan Flores Valenzuela en 1970 inició este largo y hermoso peregrinaje en la radio y la comunicación. La Nueva Radio Javier, 670 AM, fue la primera estación donde laboró. La estación funcionaba en las avenidas América y Mariana de Jesús, en el norte de Quito. Era gerenciada por Alejandro Maldonado, sobrino del dueño, Aurelio Dávila Cajas, quien fue decano de la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, entre 1970-1973.

En la mañana, de 06:00 a 08:00, realizó el noticiero “Javier Informa”. Además, puso al aire un programa que se llamaba Audiorama Kent, auspiciado por una marca de cigarrillos. Lo realizaba todos los días, de 18:30 a 19:30. Se basaba exclusivamente en un recorrido por el mundo del disco. Recuerda que hizo un comercial que salió para un canal de televisión en blanco y negro, en 1972.

En esa época, Galo Hernández Navas, ya fallecido, dueño de radio Presidente, Su Excelencia Musical, le buscaba, “posiblemente porque alguien le dijo algo positivo sobre mi trabajo”. Un día le llamó, pero Alan le daba largas, porque pensaba que Javier, que le cambiaron de nombre a Radio Uno, iba a seguir de largo, pero, lamentablemente, se liquidó en enero de 1973.

A su Excelencia Musical ingresó en 1973 y se separó en 1982. Radio Presidente, en los 1160 kilociclos de Amplitud Modulada (AM), fue la mejor estación de la época. Galo Hernández la vendió en 1982 al Sindicato de Choferes Profesionales de Pichincha y los estudios se trasladaron al sector de La Marín, donde hasta hoy está el edificio”.

Con los otros locutores: Germán Campaña Uquillas, Mario René Arias, Marcelo Hernández Llerena, César Augusto Tayupanta Zurita, entre otros… hicieron dos programas de amplia sintonía en esa época: “Los Recaditos” y “El Día de la Reconciliación”. Con el primero se rompía sintonía, a tal punto que recibían llamadas de Emetel (hoy CNT) en las que les decían “por favor que están haciendo que se nos están quemando los cables”, recuerda. La gente iba a la estación a dejar papelitos escritos a mano o a máquina, donde el enamorado a la enamorada, el esposo a la esposa y viceversa enviaban mensajes.

Otro programa que fue sensacional, se lo creó para los días 25 de julio, “El día de la reconciliación”. Esposos que se enojaron por alguna situación, novios, enamorados, abuelos o abuelas. Presidente tenía un ranking de sintonía alto. “En esa época había tres o cuatro emisoras en FM y no llegaban en puntaje que tenía esta emisora en AM”.

Cuando recién ingresó a Presidente, la radio funcionaba en un edificio ubicado en Santa Prisca, que estaba a medio construir. De ese sector pasaron a la calle Montúfar, entre Manabí y Esmeraldas, frente al Regimiento Quito. Los comerciales se los hacía en las famosas grabadoras de carreto grande, luego se los transfería a otro más pequeño. A veces, por el apuro de poner la publicidad, se estiraba la cinta y la voz se distorsionaba. “Era fantástico en ese entonces”, rememora.

Su paso por radio El Sol se dio porque un buen amigo suyo, Mario René Arias, quien luego de unos años también fue su compañero en Ecuashyri, le dice “hermano quieren que vayas a radio El Sol”. La emisora funcionaba en la calle Benalcázar, en el centro de Quito, donde era el edificio de la Cooperativa San Francisco de Asís. El propietario era César Estrella Vinueza, dueño de Foto Estudio Estrella. Alan Flores realizó unas pruebas y les gustó y, desde entonces, entró en “La Romántica Radio El Sol”. Estuvo desde noviembre de 1974 hasta 1979 cuando le vendieron al radiodifusor manabita, Jaime Bowen.

Germán Campaña Uquillas era el subgerente administrativo y locutor

En 1969, salió al aire Radio Presidente, “Su Excelencia Musical”, y Germán acudió a este nuevo medio. La estación estaba en la avenida Amazonas, diagonal al Hilton Colón. El dueño era el Dr. Julio Plaza Ledesma, un “capo” en la radiodifusión, él ya tenía su emisora en Esmeraldas. “Quería una radio elegante y no tan popular”. Entre el personal de planta de la estación estaban dos hermanos que dejaron huella en la radiodifusión: Xavier y Edgar Castellanos Jiménez, hermanos de Guillermo Jácome Jiménez, quienes luego de un tiempo renunciaron.

En esa etapa llegó de Venezuela un señor de apellido Jarquer, quien le seduce con unos planes extraordinarios al Dr. Julio Plaza. Logra convencerle al propietario de la estación de que le abra una cuenta corriente a nombre de él. Prácticamente le estafó, porque se fue con su dinero. Así también tenía un vendedor excelente y, el momento menos pensado, él también desapareció, porque había pedido adelantos a los anunciantes.

El Dr. Plaza se decepcionó tanto que decidió vender la estación. Apareció Galo Hernández Navas, que era gerente de Radio América, La Pasillera. Le compra a plazos y con muchas facilidades la estación.

Entre 1971 a 1972 estuvo en Radio Javier. Fue compañero de Alan Flores Valenzuela y Patricio Vargas Acosta, quien ahora es médico y fue director del Hospital Baca Ortiz. Desde octubre de 1972 a febrero de 1982 estuvo, nuevamente, en Presidente. Esto porque Germán, habló con el nuevo propietario y se quedó.

El primer día, la persona que realizaba el control de sonidos le dejó el turno, sin darle ninguna indicación, pero Germán ya conocía la consola, de más de 12 o 14 canales. “Cualquiera se hubiera asustado, pero yo sabía que para eso se necesitaba cuatro elementos: dos platos, grabadora y micrófono”. Su Excelencia se impuso musicalmente hasta 1982, con programas de impacto “que podrían ser de una iniciativa casi infantil”, pero que dejaron huella en la capital ecuatoriana, indica el locutor y presentador.

En 1973 estaba en auge Leonardo Favio, Leo Dan, Juan Erasmo Mochi, Palito Ortega, Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vásquez, entre otros. Eran cantantes que les daban una sintonía extraordinaria. Galo Hernández Navas viajaba a Colombia para traer primicias musicales y difundirlas en Quito. En esa época surge la idea del propietario de aprovechar la sintonía de la juventud y crear otros espacios. Nace el “Correo de Cupido”, eran recaditos, poemas y acrósticos por el Día de San Valentín. Llovían las llamadas, la persona que contestaba terminaba con la oreja colorada.

Legaban los mensajes en papelitos. Germán aun estudiaba en la Universidad Central del Ecuador, donde fue uno de los fundadores de la Escuela de Ciencias de la Información. Sus compañeros de aula le esperaban con los papelitos, para que sean difundidos en su espacio. En el mercado Santa Clara la emisora se escuchaba todo volumen. Cuando estaba con sus amigos, al salir de clases, le decían a la señora que vendía “las cosas finas”: señora, él es el señor que está hablando en la radio. La señora regresaba a ver con una sonrisa de asombro y decía: “no me diga mi bonito, mi lindo” y les ponía mayor cantidad de lo que compraban. “Esa era la chifa Santa Clara que era el mercado”.

Germán es contador público y empezó a organizar e inventariar Presidente: abrió libros contables, ya se pagaba con roles de pago. En diciembre de 1975 le nombran subgerente de la estación, pero seguía siendo el locutor que reemplazaba al que faltaba. Era, también, el que redactaba los comerciales, el que grababa, el que iba y renovaba los contratos. Además, tenía sus propios contratos donde ganaba el 20% y se redondeaba su sueldo. “En toda la historia, los sueldos para la gente de radio no han sido los mejores. Ha sido más bien una mística de trabajo o quizá el afán de ser popular”, insiste.

Cuenta que había una identificación de la radio que decía: Desde la avenida de Las Amazonas transmite radio Presidente”. Era la voz de Agustín Guevara Murillo, un locutor que hizo su vida en la ciudad de Guayaquil. Trabajó en Ifesa y es un destacado académico.

En esa época, Galo Hernández Navas, propietario de la estación, les dice que, como ha sido un éxito los recaditos, era necesario crear, el 25 de julio, como el día de la reconciliación. Era el mismo tema mensajes de reconciliación y perdón, música apropiada para el efecto. Tanto fue el impacto del programa que, en dos y tres años que se lo hizo, los almacenes de avenida Amazonas empezaron a poner en las vitrinas: “Regale por el día de la reconciliación y este término se fue comercializando”. Germán asegura que en Colombia se replicó este programa.

En 1972, otro impacto de la época fue “Esta estación presenta: Suspenso a las 10:00”, El Conde Drácula”. En ese espacio Germán dio los pininos en la narración. “Galo sabía de radioteatro porque ya se hacía en Radio Nacional”. Tanto impactó esa producción que de los pueblos venían a alquilar la novela y Galo Hernández alquiló hasta las matrices y se dañó la serie, pero se la aprovechó al máximo.

Había personalidades que tenían experiencia en radioteatro, como: Ernesto Romero, Eddy Crespo, Carmen del Valle, Hilda Sampedro, entre otros. En 1974 creó también “La Maldición del Inca”, con un personal que lo hacía por cariño. Se quedaban grabando hasta las 03:00 o 04:00 y el premio era uno que otro traguito de intermedio y los chaulafanes del Rubí, que quedaba en la misma avenida, cerca de la estación, acota Germán con nostalgia.

Una obra que quedó en el tapete fue el Anticristo, porque Galo Hernández vio que bajó el impacto de Radio Presidente. “Era muy hábil, vendió la estación al Sindicato de Choferes Profesionales de Pichincha”. En esa época cambio la historia por el impacto de las FM.

Mario René Arias estaba en Radio El Sol y pasó a Presidente

El locutor Mario René Arias 1973, cuando trabajaba en Radio El Sol recibió una llamada de una persona que le dijo: “señor Arias, soy Galo Hernández Navas, le felicito por su programa. Quiero hablar con usted. Quizá me conoce”. Y Mario René Arias le contestó que no. Le indicó que era el dueño de Radio Presidente, que en ese tiempo era la mejor radio. Ese fue el primer acercamiento, pero todo quedó ahí.

Pero luego de un tiempo, en 1974 dejó radio El Sol y pasó a Presidente, por pedido del padre de las series de terror en el Ecuador, quien era un genio de la radio. Para Mario René fue un sueño hecho realidad. Sus compañeros eran Alan Flores, Germán Campaña Uquillas, Fernando Buitrón, Wilson Castro, José Luis Bolaños y luego apareció Rembrant Endara, con quien todavía conversa. En esa época había solo unas cuatro FM pero emitían música instrumental. “Presidente tenía una sintonía total”.

Pepe Luis Bolaños llegó a Presidente del Dr. Julio Plaza Ledesma

El técnico y sonidista, Pepe Luis Bolaños, estaba muy bien en Emisora Central, cuando de pronto el propietario de la emisora, Lucho Rivera Zuñiga, le dice que se va de la radio. Pepe Luis pensó que lo despedía, pero no fue así. “Me iba en representación del ingeniero a Radio Presidente”.

El dueño de la emisora era el radiodifusor esmeraldeño Julio Plaza Ledesma, quien fue gerente del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). En esta estación había una enorme consola “me quedé loco viendo esa maravilla”. Se hizo cargo de las grabaciones, audio y la capacitación a la gente nueva que ingresaba al medio. En ese tiempo estaban como director Guillermo Jácome Jiménez, los hermanos Edgar y Xavier Castellanos Jiménez.

El técnico y sonidista se considera el fundador de la radio que se inició en la avenida Amazonas, entre Patria y 18 de septiembre, en el centro norte de Quito. Pasó tres años y le cedieron los derechos de la emisora a Galo Hernández Navas. Ahí conoció a Germán Campaña Uquillas, Alan Flores Valenzuela, Fernando Buitrón Salazar, Mario René Arias, Wilson Castro, Fabián Arias Yépez, Walvin Vargas Acosta, César Augusto Tayupanta Zurita, entre otros.

Recuerda que en aquella época estaba de moda una película de Mario Moreno “Cantinflas”, que se llamaba “Su Excelencia”, a raíz de eso se le puso “Presidente, Su Excelencia Musical, porque antes era Su Compañera Musical”. Estuvo hasta 1979, cuando inició su trabajo en Fadisa.

El posicionamiento de Presidente, reitera, se dio gracias al trabajo de todos los locutores, operadores y de los oyentes. Galo Hernández Navas pidió que se hagan programas en los cuales se acerque la emisora a los oyentes, en especial a los jóvenes. “Apareció Recaditos de él para ella y de ella para él (dedicatorias musicales a los enamorados) el Correo de Cupido. Además, Disco Impactos, auspiciado por Lark y Fuji casetes”. Luego vino la idea del propietario de la emisora y nació “El Día de la reconciliación”, que se lo hacía el 25 de julio de todos los años.

Eso subió como espuma la sintonía de la radio. “Todo el mundo quería trabajar en Presidente”, porque era la radio de moda y tenía una sintonía alta. “Las paredes de la estación, como había hinchada en todos los colegios de la capital, había corazones con mensajes”, por eso, Galo Hernández Navas hizo pintar varias veces, a exigencia de la familia Álvarez, propietaria del edificio. “Era espectacular esa época”. La estación estaba ubicada en las calles Montufar entre Manabí y Esmeraldas. En los bajos estaba la ferretería El Artesano.

La radio era tan sintonizada que se daban el lujo, de escoger las entrevistas. De Guayaquil llegaban: Romano, Darwin, Gustavo Pacheco con Bodega, entre otros. “Muchos se hicieron conocidos por la difusión que daba la emisora. “Nosotros quemábamos los discos, de tanto tocar se gastaban”. Los temas “Los Perdidos” del Chileno Juan Carlos Abara, que era de la disquera RCA, “le dimos palo y la gente lo pedía continuamente. El otro era el de Romeo y Julieta que servía como fondo musical de Recaditos, de Sergio Pérez, del sello CBS”, recuerda el técnico de sonido.

Discoteca “Su Excelencia Musical”

Galo Hernández Navas fue propietario de la discoteca “Su Excelencia”, como el slogan de su radio Presidente. Esta discoteca era de las preferidas de Quito. Ahí se presentaban artistas nacionales e internacionales.

Uno de los presentadores era el locutor Mario René Arias, quien laboró en las radios El Sol, Tarqui y Ecuashyri, recuerda que después de laborar en Presidente, a fines de la década de los 70 del siglo anterior, en la noche también era DJ en la discoteca “Su Excelencia Musical”.

En este escenario se presentaron: Los Iracundos, Darwin, Jinsop, Grupo Bodega, Jhony y Susana… Su propietario era Galo Hernández Navas. Esta discoteca también hizo un boom porque tenían contacto con las disqueras. Recuerda que el cantante coreano Jinsop interpretaba Puppy love, de Paul Anka. Igual que Campos Verdes, cuyo tema original fue grabado en 1960, por The Brothers Fours.

Su amigo Alfredo Falconí indica que Galo Hernández Navas era el genio de la creatividad, lograba que sus ideas se concreten y se hagan realidad, pero lamentablemente “nunca fue constante en ningún negocio”, insiste.

Su amistad con Edmundo Grijalva Valencia “El Gallo Giro”

Alfredo califica a Galo Hernández Navas como una persona con bastante cultura, él había leído mucho. Era muy afable, como amigo era muy amigo, desprendido de las cosas. “Le gustaba tratarse y tratar bien, pero cuando ya se trataba de pagar plata, ahí era lo difícil, para él y casi todos los radiodifusores de Quito”, comenta.

El radiodifusor se llevaba con Eduardo Cevallos Castañeda, propietario de Emisoras Gran Colombia; Gerardo Brborich, de Radio Nacional Espejo, pero su amigo con quien conversaban y cantaban era el locutor imbabureño, Edmundo Grijalva Valencia, conocido como el Gallo Giro, quien tenía una voz parecida al mexicano Luis Aguilar.

Galo tenía la voz de tenor y lo hacía magníficamente bien. Alguna vez grabaron con el requinto de Nelson Dueñas, Segundo Bautista los dirigió. Los dos amigos grabaron en una cinta magnetofónica. Era un programa de casi dos horas, pero interno, jamás se emitió al aire, recuerda Alfredo.

Estas reuniones se realizaban muchas veces en la radio y otras donde Antonio de Castro, el dueño de casa y propietario del almacén Las Mellizas, por eso le llamaban, el mellizo. Eran noches de bohemia, pero jamás salían tomados, solo un poquito alegres. “Ninguno de ellos era tomador, tomador”. A veces jugaban ajedrez y otras, póquer, que no era para desbalijar, porque las apuestas eran mínimas. Lo único que interesaba era saber que se ganó, señala el amigo de Galo.

Galo tenía un grupo de amigos emprendedores, hombres que tenían sus negocios como: Wilfrido Maldonado, con quien hizo la publicidad de una nueva empresa que se llamaba La Nueva Papelería, era la mejor de Quito, además, tenía cinco sucursales.

Antonio de Castro que tenía una fábrica de muñecas. Eddy Crespo, locutor y empresario, que compraba y vendía carros usados. Alfredo indica que, a Galo, era muy considerado en el Gobierno, por eso entraba con mucha facilidad al Palacio de Gobierno o los ministerios. Cuando se presentaba era muy bien recibido.

Los amigos Galo y Alfredo

Alfredo extraña al amigo, fueron momentos bonitos que pasaron. La radio era un sitio muy agradable, muchas veces no se iba a la casa, por estar en la radio. Antes estar en la cabina era bohemia pura.

El radioteatro fue fundamental, en las primeras series no se sabía que venía, porque se hacía en vivo, sin repasar, pero Alfredo estaba sobre la marcha, con las tres grabadoras, los dos tocadiscos y un micrófono tenía los efectos listos, para salir en cualquier momento. “Yo sabía cuándo tenía que cortarle para que pueda toser. Nos llegamos a compaginar muy bien y eso fue desde el principio. Éramos un equipo, porque donde estaba Galo Hernández Navas también estaba yo”, repite con nostalgia.

Antes de fallecer, Galo, le contactó, a Alfredo, para contarle que su salud estaba mal, en ese tiempo había trabajado en los Estados Unidos leyendo cartas, a través del teléfono. La gente le llamaba y él les daba su horóscopo. “Cuando regresó al Ecuador, me visitó en mi taller, ya vino muy decaído, eso fue muy triste, él era mi amigo”.

“Yo estuve casi el momento que falleció”, indica Alfredo. Galo tenía muchas ideas que había visto en los Estados Unidos, trataba de emprender en un nuevo proyecto: hacer unos filtros de agua, para las llaves de la cocina. Trajo algunas cosas. “Yo le daba ideas de cómo ponerlo, cómo hacerlo, cómo hacer los estuches y otras sugerencias”. Ese fue el último día que lo vio, porque al siguiente día falleció. Era 3 de abril de 1997.

A Galo Hernández Navas le gustaba ayudar, era un creativo, una persona que tenía un ingenio único, un emprendedor de la vida. “Si alguien le pedía un favor, lo hacía inmediatamente y con mucho gusto”, comenta Alfredo Falconí, su compañero y amigo de la radio y de la vida.

Iliana Cervantes Lima

Voces de la Radio

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