En la exposición «Tiniebla Sagrada» y «Las Diabólicas», el destacado pintor ecuatoriano Juan Carlos Jurado Reyna nos invita a explorar un universo de luces y sombras, donde cada obra es un encuentro entre lo espiritual, lo humano y lo desconocido. La muestra, que se encuentra en el Museo Muñoz Mariño hasta el 10 de febrero de 2025, está compuesta por 30 piezas cuidadosamente seleccionadas bajo la curaduría de Freddy Ayala Plazarte, PhD, y ofrece una experiencia que va más allá de la simple contemplación visual, llevándonos a un espacio de reflexión y conexión emocional.

Jurado Reyna, nacido en Quito en 1980, se ha consolidado como una de las figuras más interesantes del arte ecuatoriano contemporáneo. Su estilo, profundamente influenciado por el barroco y el tenebrismo, se caracteriza por un dominio técnico que mezcla el óleo y el acrílico con un enfoque visual que busca más que la estética: persigue provocar, cuestionar y emocionar. El artista, quien además cuenta con estudios en filosofía y griego realizados en la Universidad de Tesalónica, incorpora en su obra elementos que trascienden lo pictórico, transformándolos en reflexiones visuales sobre el misticismo, la figura femenina y la compleja relación entre luz y oscuridad.

Lo que hace única a esta exposición es la habilidad de Juan Carlos Jurado Reyna para transformar conceptos complejos en imágenes que comunican directamente con el espectador. Su dominio del claroscuro, una técnica que hereda de los grandes maestros del barroco, no es solo un recurso estético, sino una herramienta narrativa que convierte cada pintura en una historia, una confesión o incluso un enigma. En sus obras, la negación de la luz no es ausencia, sino presencia: una forma de resaltar aquello que muchas veces preferimos no mirar de frente.

En cada pincelada, en cada contraste de luz y sombra, Juan Carlos Jurado Reyna nos muestra que el arte tiene la capacidad de conectar con lo más esencial del ser humano. Esta muestra es una experiencia que no solo se ve, sino que se siente y se vive, una oportunidad para adentrarnos en las profundidades de la emoción y la belleza.

Por: Nurys Perugachi – FACSO

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