El efecto devastador del COVID-19 en la salud mental

UNICEF/Aleksey Filippov Los psicólogos están apoyando a los adolescentes vulnerables mientras el bloqueo de COVID-19 hace mella en su salud mental.

Las tasas de ansiedad, depresión y estrés postraumático se han disparado en todo el continente, según un estudio reciente de la Organización Panamericana de la Salud.  Además, los índices de violencia en la región triplican la media mundial antes de la pandemia. La violencia doméstica contra mujeres y niños se ha recrudecido.

 

La pandemia de COVID-19 ha tenido un “efecto devastador” en la salud mental en el continente americano y ha disparado la violencia contra las mujeres y los niños, según un estudio reciente de la Organización Panamericana de la Salud. 

Los datos analizados muestran que más de cuatro de cada diez brasileños han tenido problemas de ansiedad y seis de cada diez de depresión; los síntomas de depresión se quintuplicaron en Perú, y la proporción de canadienses con altos niveles de ansiedad se cuadruplicó como resultado de la pandemia.

Un estudio realizado en México documentó síntomas de estrés postraumático clínicamente significativo en casi un tercio de la población. En Estados Unidos, las tasas de ansiedad y depresión alcanzaron hasta el 37% y el 30%, respectivamente, a finales de 2020, frente al 8,1% y el 6,5% respectivamente en 2019.

El estudio «Fortaleciendo las respuestas de salud mental a la COVID-19 en las Américas: un análisis de la política sanitaria y recomendaciones», se ha publicado recientemente en The Lancet Regional Health – Americas.

«El mensaje es claro: hemos estado operando en modo de crisis desde el inicio de la pandemia», afirmó el doctor Anselm Hennis, Director de Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental de la OPS. «Además de manejar el miedo a enfermar y el trauma de perder a los seres queridos a causa del nuevo coronavirus, la gente de las Américas ha sufrido desempleo, pobreza e inseguridad alimentaria, y el impacto adverso en la salud mental ha sido generalizado», destacó.

Además, los registros de las líneas telefónicas de ayuda, los informes policiales indicaron un aumento de los casos denunciados de violencia doméstica, en particular el maltrato infantil y la violencia de pareja contra las mujeres, lo que agrava los altos índices de violencia en la región, que, según los informes, triplican la media mundial antes de la pandemia.

Personal de la UCI trabajando para salvar pacientes con COVID-19 en Wuhán, China, en abril de 2020

Yun Liu Personal de la UCI trabajando para salvar pacientes con COVID-19 en Wuhán, China, en abril de 2020

La salud mental de los enfermos de COVID-19

En el documento se analizan además las consecuencias para la salud mental de las personas que padecieron el coronavirus. «Los datos existentes sugieren que a un tercio de las personas que sufrieron COVID-19 se les ha diagnosticado un trastorno neurológico o mental», dijo la autora principal del documento de la OPS, Amy Tausch. «Esperamos que el aumento de la carga de la salud mental pueda ser uno de los efectos más importantes de la COVID-19 a largo plazo», vaticinó.

En las personas sin antecedentes psiquiátricos, el diagnóstico de COVID-19 se asoció con una mayor incidencia de un primer diagnóstico psiquiátrico en los siguientes 14 a 90 días.

La pandemia también ha contribuido a la recaída y a la exacerbación de los síntomas de salud mental en personas con condiciones preexistentes. Además, se descubrió que las personas con un diagnóstico reciente de un trastorno mental tenían un mayor riesgo de infección por COVID-19 y también una mayor frecuencia de resultados adversos, lo que representa un factor de riesgo adicional para el empeoramiento de la salud mental.

Trabajadores sanitarios

Los trabajadores sanitarios y de primera línea, que se enfrentan a mayores riesgos físicos, altas exigencias laborales y estigmatización social, también se han visto muy afectados por la pandemia.

En mayo de 2021, el número de trabajadores de la salud que se habían infectado con COVID-19 en América Latina y el Caribe superaba los 1,8 millones, mientras que 9000 habían muerto a causa del virus. Además, el 53% de los trabajadores de la salud pública de los Estados Unidos informaron de síntomas de al menos una condición de salud mental en las dos semanas anteriores, incluyendo depresión (32%), ansiedad (30,3%), estrés postraumático (36,8%) y pensamientos suicidas (8,4%). Estudios realizados en Argentina ,Chile , México  y Trinidad y Tobago  también encontraron altas tasas de depresión, ansiedad, estrés e insomnio entre los trabajadores sanitarios.

Niños sin escolarizar

En marzo de 2020, más de 154 millones de niños (el 95% de los matriculados) en América Latina y el Caribe, estaban fuera de la escuela debido a la COVID-19.  Un año después, 114 millones de estos niños aún no habían regresado a la escuela. Además del cierre de las escuelas, que altera las rutinas diarias, el aprendizaje y la socialización, los niños y adolescentes se han enfrentado a la pérdida de seres queridos y a una mayor adversidad en sus entornos familiares, incluido un mayor riesgo de violencia doméstica.

En 2020, el 27% de los adolescentes y jóvenes encuestados en América Latina y el Caribe declararon sentir ansiedad y el 15% depresión. Otro estudio realizado entre jóvenes de 15 a 29 años en países de América Latina y el Caribe descubrió que el 52% había experimentado un estrés más importante y el 47% tuvo episodios de ansiedad o ataques de pánico durante su cuarentena

Sin atención médica

En un momento en que la atención y el tratamiento son más necesarios, la publicación señala continuas interrupciones en los servicios esenciales para los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias en más de la mitad de los países de la región.

«La falta de acceso a los servicios de consejería, la menor disponibilidad de atención en persona y el cierre de escuelas han limitado las formas en que las personas pueden recibir apoyo en materia de salud mental, dejando a muchos aislados, vulnerables y en mayor riesgo», consideró el doctor Renato Oliveira, jefe de la Unidad de Salud Mental y Consumo de Sustancias de la OPS.

Los autores piden que se actúe de inmediato para reforzar los sistemas y servicios de salud mental en la región, con especial atención a la integración del apoyo psicosocial en sectores y entornos como la atención primaria de salud, la educación, los servicios sociales y los sistemas de apoyo comunitario. Para mitigar el impacto de la pandemia, los autores subrayan que la salud mental debe incorporarse a los planes de preparación, respuesta y recuperación ante emergencias.

Antes de la pandemia, se había calculado que los trastornos mentales costarán a la economía mundial 16 billones de dólares en 2030 si no se abordan. Se necesitan urgentemente inversiones adicionales, y a medida que los países aumentan las inversiones en servicios de salud mental, los autores instan a dar mayor prioridad a los grupos en situación de vulnerabilidad.

«La salud mental ha sido durante mucho tiempo un área descuidada de la salud pública en las Américas. Los gobiernos deben aprovechar la pandemia por COVID-19 como una oportunidad para reforzar sus servicios de salud mental y hacer las inversiones necesarias para reconstruir mejor y en forma más justa», subrayó el doctor Oliveira. (I)

Fuente: OPS

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